Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Suma y sigue

Suma y sigue Suma y sigue

Suma y sigue

Después de más de tres décadas en diferentes cargos públicos, Esperanza Aguirre ha dimitido. Ha dimitido por tercera vez, aunque todo parece indicar que esta dimisión es la definitiva. En una rueda de prensa sin preguntas, siguiendo la tendencia impuesta por su partido, Esperanza Aguirre, con voz y gesto de mujer despechada, como si su marido y su mejor amiga se hubieran liado, nos dijo que se siente engañada y traicionada, y que no vigiló todo lo que tenía que vigilar, como si Ignacio González se tratara de un hijo travieso que acaba de cometer una trastada. Todo apunta a que no se trata de una travesura, tampoco una trastada, la Justicia calificará la gravedad de los hechos. Esperanza Aguirre no se va por voluntad propia, no le ha quedado más remedio, ya no había más parapetos tras los que excusarse, nadie al que responsabilizar. Y me parece curioso que solo se sintiera engañada y traicionada, y que no añadiera otras expresiones, como decepcionada o avergonzada, que es lo que sentiría cualquier persona de bien en una situación similar. Aguirre, nos guste o no, forma parte de esa especie que calificamos como "animales políticos". Sin coincidencia ideológica alguna, me ha gustado observarla desde siempre, como el que contempla un reportaje de fieras salvajes en la televisión. Con incredulidad y sorpresa, con escalofríos y estupor a ratos, desde la distancia. Gata de la política, me temo que ya ha consumido todas sus vidas, que no cuenta con bonus extra, aunque muchos lo pronostiquen, lo único que le espera es la hibernación en los cuarteles de invierno -y hasta compartir congelación con Walt Disney-, si es que ningún juez la lleva a declarar.

Me sorprende la actitud que adoptan muchos responsables del Partido Popular con respecto a la corrupción, como si se tratara de una enfermedad que contraen como si tal cosa, sin hacer nada, sin exponerse. Ese tufo de victimización, que corresponde a una más que estudiada pose mediática, debería entenderse como una burda manifestación de ese no quererse comprometer con la erradicación de algo que les debería avergonzar profundamente. A estas alturas, y visto lo visto, no me cabe duda de que la corrupción en España ya tiene categoría de enfermedad, incluso de epidemia, pero que se contrae solo si uno quiere o está dispuesto a padecerla. Me temo que muchos dirigentes del Partido Popular se inyectaron ellos mismos el virus que genera la enfermedad, que fueron a comprar el suero en un Jaguar sobre una carretera asfaltada por confeti y billetes de 50 euros, y que lo celebraron, felices y hasta desmedidos, en un lujoso ático con vistas al Dorado. Para muchos, las vistas han cambiado de tercio, y ahora es Soto del Real lo que se asoma tras la ventanuca. Y que la corrupción es un hecho que ha rozado a todas las formaciones políticas, nadie puede ponerlo en duda, pero que es el Partido Popular el que más destaca por este hecho, tampoco nadie lo podrá discutir. Como un Lance Armstrong de la política, han tomado parte en elecciones dopados hasta las orejas, y no solo me refiero a vallas publicitarias o pasquines, no, eso es lo de menos.

Esta semana se ha pedido con insistencia la dimisión del Ministro de Justicia, Rafael Catalá, por sus mensajes de "cortesía" con Ignacio González, en los días previos a su ingreso en prisión. Si tenemos en cuenta que su superior en el Gobierno, Mariano Rajoy, fue cazado enviando y recibiendo mensajes mucho más comprometedores con Luis Bárcenas, histórico ya ese "se fuerte", tiene su lógica que el ministro de marras no dimita. Es una triste y vergonzante lógica, aberrante, sin duda, pero es que Rajoy situó el listón muy alto y el resto de la tropa, con tal de poner a salvo su tripa, imitan al jefe. Suma y sigue. Y si la corrupción les debería avergonzar, también imágenes como las que se vieron en el entierro de Utrera Molina, en donde todo un ex ministro de Justicia, ex alcalde, ex presidente de la Comunidad de Madrid y hasta ex delfín popular no hace absolutamente nada por silenciar cánticos y gestos fascistas, constitutivos de delito. En corrupción, pero también en todo lo que supone el rechazo al franquismo, el Partido Popular suma y sigue, como si no quisieran o no pudieran desprenderse de elementos que tal vez forman parte de su biología política.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios