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Hace unos días, la Agencia Internacional de la Energía lanzó un informe titulado Net Zero by 2050, Roadmap for the energy sector (algo así como emisiones cero para 2050, una hoja de ruta para el sector energético) en el que daba un rotundo giro de timón respecto a sus principios tradicionales.
Por primera vez, la Agencia, que nació en el seno de la OCDE para hacer frente a la crisis del petróleo en la pasada década de los 70, ha dado un salto cualitativo en la transición de los hidrocarburos a las energías limpias para acelerar el proceso. Un cambio de discurso que no queda a beneficio de inventario por la propia naturaleza de la AIE, que ha actuado hasta la fecha como la principal consejera en materia de política energética de los países desarrollados.
En esencia, la AIE pide poner fin a las nuevas inversiones en prospección de pozos petrolíferos y centrales de carbón, es decir detener nuevos desarrollos de hidrocarburos tradicionales, acelerar las inversiones en energías renovables y apostar por la máxima electrificación posible de las economías para completar la descarbonización que nos permita reducir hasta cero las emisiones de CO2 en 2050.
En esta propuesta, que va más allá de la política seguida hasta ahora en la lucha contra el cambio climático por la mayoría de los países, marca unos hitos posibilistas -de cumplimiento probable si el esfuerzo global se convierte en realidad- que de cualquier forma requieren de grandes inversiones públicas, de la máxima participación privada y, muy especialmente, de un impulso innovador en el proceso, los objetivos y el desarrollo y mix de las nuevas energías limpias, más allá de las conocidas.
Un repaso rápido nos permite ver que, en 2025, deben de dejarse de instalar calderas de hidrocarburos; que en 2030, debe estar lista la certificación verde de nuevos edificios; que en 2035 todos los turismos y el 50% de los camiones deben ser eléctricos; que en 2040, el 50% de los carburantes para aviación deben ser bajos en emisiones y que en 2045, el 70% de la electricidad producida en el mundo debe provenir de fuentes renovables.
No obstante, las grandes compañías petrolíferas vienen trabajando desde hace tiempo en adaptar sus modelos a la transición energética en el negocio renovable y que, en realidad, dichas compañías han reducido sensiblemente sus nuevas inversiones en los últimos años, porque, entre otras razones, salvo que dispongan de yacimientos petrolíferos localizados, las exploraciones nuevas son muy costosas y prolongadas en el tiempo.
No olvidemos que la descabornización requiere orden y tiempo y que, además, no se puede confundir con la electrificación. Entre otras cosas, en torno al 90% de los coches del mundo funcionan todavía hoy con carburantes y los aviones, barcos, camiones y muchas instalaciones industriales no son electrificables (como las acerías o las cementeras).
Esto es importante tenerlo en cuenta porque los esfuerzos que hagamos, que como decía al principio son enormes, deben estar bien medidos y bien enfocados. La sostenibilidad solo puede alcanzarse mediante la innovación bien planteada, no sobre supuestos complejos o no adaptados a los recursos disponibles y las necesidades que tenemos.
Dos de los grandes procesos que deben hacerla avanzar son el almacenamiento energético y la hibridación, protagonistas en los desarrollos de los nuevos combustibles a partir de la electricidad producida por las renovables, con capacidad de almacenarse y producida directamente o a través de su mix energético.
Esto para las energías limpias tradicionales, porque los desarrollos últimos están colocando al hidrógeno verde, entre otros, como el combustible de futuro y lo están haciendo en todo el mundo. Desde Estados Unidos a China, pasando naturalmente por nuestro país y por Andalucía. Y ahí está la clave: en la inversión en investigación e innovación en todo lo que suponen energías limpias -y gestión de residuos- para que la transición energética llegue a los objetivos más inmediatos, no solo ya plasmados por la AIE, sino por las mismas necesidades sociales. Se trata de un auténtico cambio de modelo productivo que abrirá nuevas perspectivas de empleo frente a la digitalización y automatización. Y se trata de un cambio que va a requerir tiempo, no va a ser inmediato, pero debe ser constante y cada día mayor. Sostenible y permanentemente innovador.
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