Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Septiembre, otra vez

Desde que recuerdo, tengo una especial fijación por las hormigas. Me gusta verlas en su constante trasiego, yendo de un lado a otro

Septiembre, otra vez Septiembre, otra vez

Septiembre, otra vez

Ha regresado mi vecina de sus vacaciones y con ella sus coplas y su carne en salsa. Que al menos la vuelta a la rutina tenga sus componentes agradables, que mi vecina canta a lo grande, que se atreve con todos los palos, de la Dúrcal mexicana a la Jurado que se montó en una ola, y se gusta y gusta escucharla. Y encima debe cocinar de miedo, o eso presupongo a tenor del olor de sus platos. La carne en salsa debe ser algo monumental, y es que huele tan bien que un día me armé de valor, me asomé a la terraza y le pedí la receta. Y mira que he seguido todos los pasos, pero la mía no huele como la suya. Habrá que seguir intentándolo, que de eso se trata. Intentarlo, siempre.

Yo no soy la misma persona que fui el septiembre pasado, y con toda probabilidad no seré la misma que el del septiembre del año que viene. Y eso, lejos de entenderlo como una complicación, un esfuerzo, casi un fastidio, lo considero como una permanente redención. También cabe reedición, y hasta reinvención, pero nunca rendición. Rendirte, ese verbo tan jodido, es otra cosa. A veces lo confundimos con aceptar y con asumir, que nos trasladan a la comprensión, a saber lo que eres y debes hacer en cada momento. Porque cada momento te exige una determinada entrega, igual que cada tiene su afán, o cada hijo sus propias carencias, necesidades y virtudes. Por eso a este nuevo septiembre le pido que me permita seguir mutando, que las circunstancias no debiliten mis alas, puertas abiertas y la mirada limpia. No me molestan los cambios, todo lo contrario, los necesito, los anhelo, me ahogo en lo permanente. Lo desconocido me atrae, como esa luz primera que cruza el umbral de la oscuridad, y nos ciega y nos maravilla al mismo tiempo.

Desde que recuerdo, tengo una especial fijación por las hormigas. Me gusta verlas en su constante trasiego, yendo de un lado a otro, teniendo tan claro lo que deben hacer y cómo hacerlo. Deberíamos aprender de las hormigas, pero no por ese don acaparador de la moraleja. La constancia, las ideas claras, creer en tus propias fuerzas. La verdad de las hormigas, tiene título de novela británica y no, sólo son unos minutos viendo como trajinan. No creo que las hormigas tengan conciencia de septiembre, o tal vez cada nuevo día lo entienden como un nuevo septiembre, y a cargar y recoger como si fuera el primer día. Lo repetimos con frecuencia, pero por eso no deja de ser verdad: el 1 de enero está sobrevalorado, el cambio de año no es tanto si lo comparamos con septiembre, cuando empiezan tantas y tantas cosas. ¿Cuándo nos planteamos ir al gym, dejar de fumar o depurar esos kilos que traemos de más? ¿Cuando comienzan la Liga, los colegios o las nuevas series de televisión? ¿Ya no se acuerda de aquella colección que nunca terminó? ¿Y cuándo la empezó? Y todas las respuestas contienen un septiembre, un inevitable septiembre. Cuántos propósitos y enmiendas estrellados contra el juicioso y meticuloso octubre, que nos pone en orden, nos modera y define. Esa ilusión de hoy, ese sueño, que no muera en la telaraña de octubre. Que no se salga con la suya ese mes tristón, de hojas caídas y temperaturas anárquicas.

Es septiembre otra vez y la mayoría lo celebramos, y yo no sé si es como placebo, por inercia, por contagio o por rutina. Volver a la rutina de la bienvenida también es celebrar la rutina en todas sus dimensiones. Reinventarse, domesticarse, renovarse, redimirse, resucitar, reeditarse, renovarse, reconvertirse, escoja el verbo y la conjugación, que cualquiera de las opciones es válida, y hasta necesaria, diría yo. Mientras muchos proclaman el mantenerse como la gran meta, yo proclamo intentarlo como el gran objetivo. Que en sí mismo no es un objetivo, ya que no hay meta, y como la cadena de la bicicleta es una invitación a girar, a seguir girando, y recorrer distancias, sueños, años, vida. Sí, ya, nos hemos hartado de repetirlo, es septiembre, con todo lo que supone. Hagamos que sea nuestro tiempo, nuestro puerto o trampolín, el inicio de algo que, aún desconociéndolo, puede ser apasionante, qué mejor premio. Pero hay que intentarlo, claro. Otra vez, y otra.

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