Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Piña y pollo

Pero vaya mal rato que estás pasando, que no llevas ni diez minutos y ya darías lo que fuera por volver a casa y tumbarte en el sofá, que es donde realmente se está bien

Piña y pollo Piña y pollo

Piña y pollo

Vaya, parece que hemos cumplido con la tradición de acabar aborreciendo las navidades, o sus celebraciones, que a veces no es lo mismo, repletas de multitud de encuentros y reuniones en torno al yantar y al beber. El otro día, una amiga argentina me decía que todas las celebraciones españolas están relacionadas con la comida, para todas ellas nos hemos inventado un plato, un aperitivo, un dulce, yo qué sé, lo que sea. Sí, es cierto, y si a eso le añadimos nuestra facilidad para adaptarnos, y algo más, a las celebraciones foráneas, el resultado puede ser más que explosivo, o hipercalórico, en este caso concreto. No descartemos pavo en acción de gracias o cuando corresponda, que todo es ponerse. Esa frase la repetimos mucho durante las navidades, sí, todo es ponerse. Esa mañana en la que te despiertas con los dientes blancos del Almax consumido de madrugada, prometiendo ante todos los testigos posibles que "hoy no como nada", siempre hay alguien, más veterano que sabio, que te responde: todo es ponerse.

Y cuando llegan las 2 de la tarde te das cuenta que sí, que es verdad, que lleva toda la razón, que todo es ponerse, y la cerveza, vino, gambas o empanada que aborreciste la noche anterior eres capaz de reconciliarte con ellas sin escuchar un lo siento, un perdona o un no me di cuenta, lo que sea, nada. Y así un día tras otro, con amigos, familia, compañeros de trabajo, vecinos, da igual, cualquier grupo o querencia requiere de su celebración, hasta que llega Reyes y te ves delante del roscón. O roscones, porque ya puestos, después de todo lo tragado, no pasa nada por ese último empujoncito, y si al niño le gusta rellena de trufa y a ti de crema y a tu pareja de nata, pues eso, se compran varias, y rematamos las navidades como está mandado.

Y llega el día 7 de enero, como llega la declaración de la renta, y el 1 de septiembre, y los lunes y todos esos malos días que tenemos a lo largo del año y, con ojos de camaleón, queriendo no mirar pero sin perder de vista los dígitos (o la aguja), pones los pies en la báscula. Tachán tachán, redoble de tambores. Este año te has comportado, sobre todo porque pillaste una gastroenteritis que te dejó a agua y manzana dos días, imagina como hubiera sido la cosa sin eso, y solo has puesto tres kilos de nada, tampoco hay que alarmarse, una rosquita en la tripa, no exageremos. Escenificas alegría, y recuerdas aquellos eneros de seis, siete y hasta ocho kilos de más, pero en el fondo, y en el principio, estás jodido, porque no te has zampado ni la mitad de mazapanes de otros años y con el anís te has controlado, y el turrón de chocolate apenas lo has probado y la porción de roscón fue lo que menos se gasta en porción, una cochinada, que te quedaste dándole vueltas a la cuchara en el plato, rebañando dos milímetros de chocolate, mientras el resto comían a dos carrillos, como está mandado. Y encima lo de la gastroenteritis, es que vaya tela.

Para colmo, vas al gym, que ya eres moderno y sabes cómo se maneja la elíptica y la cinta y puedes decir gym, con naturalidad, y se te olvidan los auriculares y tienes que tragarte la lista de reguetones de última generación mientras finges que no te cuesta, pero vaya mal rato que estás pasando, que no llevas ni diez minutos y ya darías lo que fuera por volver a casa y tumbarte en el sofá, que es donde realmente se está bien, digamos lo que digamos, piensas y callas.

Pero esto no ha acabado, hay más, claro que sí, siempre hay más, nos hemos acostumbrado tanto a apretarnos, a autofastidiarnos, que siempre nos guardamos un último azote con el que seguir fustigándonos. Abres el frigorífico y ahí está, en su jugo, nada del endemoniado almíbar, al natural, la piña, esa fruta reverencial cuyo nombre le debemos a Pigafetta, ese marino escritor que contó a su manera, fullera, la gesta de la circunnavegación, protagonizada por Magallanes y Elcano. Y muy cerca, siempre fiel, escudero y aliado, amante cansino, el pollo, en su versión más esencial, ni un hueso que chupar. Pimienta, jengibre y lo que sea con tal de procurarle un poco de sabor. Pollo y piña, la pareja de esta temporada, y que siga el baile, o lo que esto eso, y que el enero que viene podamos seguir padeciéndonos, que no será mala señal.

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