Tribuna

Marcial Gómez Balsera

Diputado en el Congreso por Ciudadanos

Pensiones: equilibrio versus suficiencia

Pensiones: equilibrio versus suficiencia Pensiones: equilibrio versus suficiencia

Pensiones: equilibrio versus suficiencia

Como miembro de la Comisión del Pacto de Toledo, debo decir en primer lugar que ésta no es el Oráculo de Delfos. No tenemos todas las respuestas y no existen fórmulas mágicas para abordar el reto de mantener la suficiencia de las pensiones del futuro, preservando su poder adquisitivo a la par que reequilibramos un sistema que arrastra un déficit estructural de más de 18.000 millones de euros al año, además de haber agotado prácticamente el fondo de reserva.

Mi diagnóstico del sistema público de pensiones de España parte lógicamente de ese desequilibrio financiero, frente al que las reformas del PSOE en 2011 y PP en el 2013 se han revelado insuficientes para reequilibrarlo. No puede decirse que no haya habido reformas, las ha habido, pero, por un lado no podemos conocer su alcance real dado que en la actualidad sólo el 40% de los nuevos jubilados lo hacen conforme a la nueva regulación del 2011, al encontrarnos aún en el período de su progresiva aplicación. Y por otro lado, estas reformas no han tenido el éxito esperado porque incidían principalmente sobre el capítulo del gasto, estableciendo fórmulas de contención que afectan al poder adquisitivo de las pensiones, y ofrecen pocas soluciones en el capítulo de los ingresos.

En 2011 se aumentaba la edad de jubilación, los años de cotización, y el incremento de la base para el cómputo de la pensión pasaba de 15 a 25 años. En 2013 se introdujo el Factor de Sostenibilidad y el Índice de Revalorización Anual, cuya aplicación nos lleva a predicciones que auguran una pérdida del poder adquisitivo para los jubilados próxima al 40% en el año 2050.

Partiendo de este diagnóstico, ¿cuál es el pronóstico del sistema? Pues bien, todos los expertos que han comparecido a lo largo de estos meses en la comisión del Pacto de Toledo han venido a señalar algunos factores que considerados aisladamente nos generarían mucha incertidumbre y preocupación.

Por ejemplo, nos previenen de que el sistema se verá sometido en los próximos años y hasta el 2050 aproximadamente a una tensión añadida por el incremento del número de pensionistas que supondrá la jubilación de la generación del baby boom. Esto es, aunque el PIB crece por la recuperación, habrá muchos más pensionistas a los que destinar un determinado porcentaje de ese PIB. Y nos alertan también de que el cambio en los procesos productivos parece conducir a la destrucción de la mayoría de los empleos de baja cualificación (ya se ha presentado el camión autopilotado, por ejemplo). Lógicamente, menos empleo significa menos ingresos por cotizaciones.

Si sólo tuviéramos en cuenta factores como los señalados, podríamos concluir que el pronóstico reviste cierta gravedad. Sin embargo, ni mucho menos es ésa la sensación que yo quiero trasladarles hoy. Si algo tiene el futuro que está lleno de incertidumbres y permite formular predicciones en contrario. Prefiero contraargumentar que la tensión que sufrirá el sistema por la jubilación de la generación del baby boom no es eterna, tiene fecha de caducidad. Después de aquella generación las tasas de natalidad cayeron en picado, por lo que a largo plazo su efecto desaparecerá. Es decir, no podemos ignorar este problema, pero tampoco condicionar a él las decisiones a adoptar.

Igualmente, estoy convencido de que la destrucción de empleo por los cambios en los procesos productivos se verá compensada por la generación de otros nuevos. Algunos de ellos, relacionados con las nuevas tecnologías, ni siquiera conocemos de su existencia hoy (qué hubiéramos pensado hace algunos años si nos hubieran contado que puedes trabajar gestionando las redes sociales de otras personas, físicas o jurídicas). Además, podemos deducir que si la población envejece aumentarán mucho los empleos de tipo asistencial y los que tengan que ver con la atención geriátrica. En resumen, el trabajo siempre se adapta a la demanda de servicios de la sociedad.

La conclusión es que el sistema español de pensiones ha sufrido el contagio de la crisis económica, pero el futuro es tan incierto como lo ha sido siempre, y por tanto no tiene sentido moverse en escenarios catastrofistas. La comisión del Pacto de Toledo deberá evaluar el cumplimiento de las anteriores recomendaciones que elevó al Gobierno en 2011, y actualizarlas teniendo en cuenta los problemas más acuciantes que presenta el corto plazo, manejando previsiones a medio plazo. Irnos a previsiones respecto al año 2050 ó 2060 hará que nos equivoquemos y que restemos eficacia a las medidas que propongamos adoptar.

La Comisión lleva trabajando muy intensamente desde que comenzó la Legislatura. Hemos recibido innumerables comparecencias de expertos. No todas las que nos hubiera gustado, pero sí suficientes. Y ahora nos encontramos pactando las recomendaciones. No es cuestión de adelantar ninguna conclusión, en respeto a los trabajos de la Comisión. Simplemente les diré que estar de acuerdo en el modelo de pensiones públicas que queremos, basado en la contributividad, pero también en el reparto y la solidaridad, así como en los objetivos que perseguimos (garantizar la sostenibilidad del sistema y hacerlo manteniendo la suficiencia de las pensiones y la protección a los colectivos más vulnerables), no es poca cosa.

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