Tribuna

Demetrio Fernández

Obispo de Córdoba

Es Navidad

Es Navidad Es Navidad

Es Navidad

Llegados estos días tan especiales del año, nos deseamos unos a otros todo tipo de felicidad. Nos cruzamos saludos y regalos, nos despedimos en el trabajo como si fuéramos a una aventura que va a durar largos días. Hay como una sensación de novedad, aunque lo repetimos todos los años. Algo misterioso sucede entre nosotros en estos días especiales de Navidad.

Para el creyente, la clave que ilumina todo eso es Jesucristo. Él es un personaje histórico, que aparece en la Historia hace dos mil años, y se presenta en ese escenario con una gran revelación: él es el Hijo de Dios, porque Dios es su Padre verdadero, y ha venido desde el cielo a la tierra para resolver la situación, para salvarnos a todos los hombres.

Su entrada en el mundo ya es asombrosa, nace de una virgen virginalmente. Los relatos bíblicos no dejan lugar a dudas. El ángel de Dios viene a anunciarle a María esta buena noticia y a pedirle su libre consentimiento, porque las cosas grandes Dios las ha realizado en la historia de la humanidad con el consentimiento libre del hombre. "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra", responde aquella jovencita. Y el Verbo de Dios se hizo carne en su seno por obra del Espíritu Santo, sometiéndose a las leyes normales de crecimiento del ser humano desde el seno materno.

Nueve meses de embarazo en el vientre de su madre desde el anuncio y, cumplido el tiempo, viene el parto. La Navidad es asistir de nuevo a este alumbramiento asombroso, en el que Dios Padre envía a su Hijo, que en el seno de una virgen prende, se hace carne humana y nace como niño indefenso en la Nochebuena. No hay momento más culminante para la humanidad entera. La carne humana llega a ser carne de Dios. No hay abajamiento más grande por parte de Dios ni hay ensalzamiento mayor de la humanidad. Eso es lo que celebramos. Como si de un gran desposorio se tratara, Dios y el hombre entran en una relación de amor que nunca se había producido y ya nadie podrá romper.

La alegría de la fiesta es desbordante. Junto a María está su fiel esposo José, asombrado de lo que Dios ha hecho en la que iba a ser su esposa. Él no ha contribuido biológicamente al nacimiento de este Niño. El niño no es fruto de la relación sexual de José con María, como explícitamente nos enseña el Evangelio. Este niño es un milagro de Dios y ha sido concebido de manera excepcional, haciéndose hombre como uno de nosotros. José ha dado cobertura, seguridad, amparo a este niño y a su madre. Y ha entregado su vida entera para hacer las veces de padre.

El abajamiento de Dios hasta nuestra orilla ha imprimido en la historia un movimiento similar. Quien se acerca a Jesucristo, en estos días y siempre, acoge un amor que nos sobrepasa y nos agranda, hasta hacernos hijos de Dios. Un amor que nos hace capaces de compartir con los demás este mismo dinamismo. La Navidad es fiesta de solidaridad, de fraternidad, de acercamiento a los más pobres e indefensos, para llevarles algo de nuestra felicidad y aprender de ellos dónde está la verdadera felicidad. Los más pobres de la tierra nos enseñan a confiar en Dios, porque Dios no defrauda la esperanza del pobre.

La Navidad viene a dignificar al hombre. Salgamos al encuentro de todos aquellos cuya dignidad está menospreciada o ninguneada, fruto de la injusticia en la que todos tenemos parte. La Navidad no es sólo para mí, para nosotros. Es para todos, especialmente para los que se hacen pequeños, como el Niño de Belén. Feliz Navidad para todos.

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