Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Mortadelo y Filemón, agentes lectores

Un itinerario lector puede comenzar con Ibáñez y años después llegar a Proust o Javier Marías, pero si el itinerario se trunca desde el principio, no llega a nada

Mortadelo y Filemón, agentes lectores Mortadelo y Filemón, agentes lectores

Mortadelo y Filemón, agentes lectores

En sus próximas aventuras, los legendarios agentes de la TIA creados por el genial Francisco Ibáñez, Mortadelo y Filemón, se van a dar una vuelta por media España, sin perder de vista Andalucía. Y así estarán en Córdoba, se colarán en la Mezquita tras unos narcos, también visitarán Sevilla, en la Torre del Oro protagonizarán algunas de sus célebres escaramuzas y no se olvidarán de Granada, donde con toda probabilidad arrancarán una sonrisa a los Tristes del célebre Paseo. En sus más de 60 años protagonizando delirantes y divertidísimas peripecias, esta pareja de agentes "secretos", acompañados de sus incombustibles el Súper, Ofelia o el Profesor Bacterio han sabido atraer la atención de varias generaciones de lectores, y no sólo de nuestro país, ya que las traducciones se multiplican. No es de extrañar, porque no hay nada más universal que el humor. Recuerdo llorar de la risa leyendo algunas de sus aventuras, como la que transcurre en el Mundial de España de 1982 y que me sigue pareciendo sublime. Entre los ecos de mi infancia que de vez en cuando regresan al presente, puede encontrarme junto a mis hermanos, peleándonos por el nuevo ejemplar de los agentes de la TIA, o tratando de contener la risa a la hora de la siesta, para que no nos regañaran. Los dos pelos de Filemón, las gafas y disfraces de Mortadelo (tan imitado a lo largo de los años), los inventos de Bacterio son elementos que conservo en mi memoria, y que me siguen transmitiendo una agradable y placentera sensación cada vez que los recupero.

Puede que sin Mortadelo y Filemón nunca me hubiera enganchado a la lectura, porque los recorridos e itinerarios lectores se construyen en la infancia, cuando comenzamos a ensamblar las piezas de lo que vamos a ser. En la calle Almonas, Gutiérrez de los Ríos en el callejero de Córdoba, en una esquina de esa callejita que serpentea desde San Andrés, había un portalón en el que se cambiaban novelas del Oeste o románticas y tebeos, que era como los llamábamos, antes de que el cómic lo acaparara todo. No recuerdo los precios, pero era muy barato, hablamos de pesetas, para los tebeos finos, o de un duro o algo así, para los gordos. En ese portalón que apenas recuerdo descubrí a Mortadelo y Filemón, y también a Zipi y Zape, a Rompetechos, a Anacleto, a Carpanta, la Rúe del Percebe o a la Familia Cebolleta. Tras cambiar el tebeo de turno, el trayecto proseguía hasta la Espartería, para pasar unas cuantas horas en la Biblioteca Provincial. Recuerdo con un placer nebuloso e infantil retirar de una balda un tocho del Príncipe Valiente, o de Tintín o de Asterix y Obelix, y ponerme en una de aquellas mesas redondas, bajas y verdes, y comenzar a leer, a soñar, a compartir las aventuras que contemplaba, página tras página. Porque los itinerarios lectores, y cada día estoy más convencido, se inician y se fijan a partir de lecturas adaptadas a las edades de los nuevos lectores. Un mal comienzo, enfrentarse a libros que nada tienen que ver con tu vida, pueden conducir al rechazo, algo que ha sido muy frecuente, desgraciadamente, en el sistema educativo español. Un itinerario lector puede comenzar con Ibáñez y años después llegar a Proust o Javier Marías, pero si el itinerario se trunca desde el principio, no llega a nada.

Desde hace tiempo, una iniciativa promueve la candidatura y concesión del Premio Princesa Sofía de las Humanidades a Francisco Ibáñez, y no creo que sea más justa la petición. Por muchos motivos, entre los que destacaría el haber sido la chispa lectora de varias generaciones o porque premiar a Ibáñez, que no deja de ser el gran historietista español, es también reconocer la singularidad del tebeo, que no es el cómic, aunque muchos lo quieren alienar incluyéndolo en esta denominación. Y no nos olvidemos de que el éxito editorial de Mortadelo y Filemón ha propiciado que surgieran otros ilustradores en nuestro país, que han ofrecido nuevas publicaciones, con otros ojos y lenguajes. Y podría seguir enumerando otros motivos para una distinción que entiendo tan justa como necesaria, y que en cierto modo es casi como premiarnos a todos nosotros.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios