Tribuna

Rafael Rodríguez Prieto

Profesor de Filosofía del Derecho y Política de la UPO

'McUniversidad'

Hoy un estudiante de grado está peor preparado que un licenciado y si desea tratar de cubrir esa carencia debe pagar un caro máster

'McUniversidad' 'McUniversidad'

'McUniversidad'

Fin de curso. Las promociones de nuevos egresados universitarios son apadrinadas por profesionales exitosos. Algunos discursos son atinados y otros reiteran rancias consignas extraídas del último panfleto de autoayuda. "Querer es poder y si lo deseas de verdad, se cumplirá". En fin. Sin desmerecer estas opciones, considero que intercalar a una abuela, un autónomo o una maestra jubilada podría ayudar a transmitir esa sabiduría intergeneracional consistente en que nada es gratis. Y menos los derechos. Esta convicción se echa demasiado en falta en un mundo presidido por la instantaneidad desmemoriada de internet.

Los que nos opusimos al proceso Bolonia no nos equivocamos (¿Universitario cliente? 27/07/2009). Aunque no todo sea negativo, el paisaje general no es halagüeño. A pesar de Bolonia, la universidad ha ampliado en estos años la cooperación con colectivos o pymes y ha continuado su tarea investigadora, aunque en condiciones de una mayor precarización. También ha sido positivo observar, en estos tiempos difíciles, el trabajo y la vocación de administrativos que han tenido que multiplicar su esfuerzo ante la agresión hiperburocrátizadora que todavía padecemos. Magníficos profesores jóvenes encadenan contratos miserables mientras desde la atalaya se alza la inevitable oficina de un banco, celebrado como una suerte de Lord Protector de los intereses de los que realmente mandan. La crítica y la resistencia al poder han dado paso al coaching y el liderazgo.

Antaño teníamos unas licenciaturas que dotaban a los estudiantes de unos conocimientos suficientes y apreciados en el extranjero. Evidentemente, este modelo tenía problemas. Sin embargo, con Bolonia, sus insuficiencias han permanecido y se han añadido otras que no existían. Hoy un estudiante de grado está peor preparado que un licenciado y si desea tratar de cubrir esa carencia debe pagar un caro máster. De hecho, la intervención de entidades privadas, vinculadas a empresas, ha convertido en un provechoso negocio lo que antaño era un servicio público. Hay contadas carreras que no adoptaron esta reforma y les va bien. El papanatismo y el tan hispano complejo de inferioridad dotaron de respetabilidad a lo que no era más que la adaptación de la universidad a la doctrina neoliberal, que convierte a los ricos en más ricos y destruye a la clase media sin prisa ni pausa.

Lo peor de todo es que se ha instalado en los campus el lenguaje y las formas neoliberales sin crítica o reflexión. Ahora todo es emprendimiento y mercachifles que vienen a la universidad a mostrarnos las maravillas de la empleabilidad. Cuando una institución como la universidad olvida lo esencial de su razón de ser, universitas, no es difícil que se pueda terminar convirtiendo en un grado superior de FP, una academia más o menos virtuosa o, en el más lóbrego de los casos, un almacén en el que estabular a los futuros parados, subempleados o emigrantes deluxe para que los políticos no bajen más en los índices de popularidad. La obsesión por ofrecer a las grandes empresas lo que supuestamente estas desean ha terminado por difuminar el sentido social de la universidad. Esfuerzo inútil. Las propias corporaciones gestionan sus grados y masters mediante centros privados e incluso ya hay quien ha constituido su propia universidad, tal y como en su día hizo McDonald en EEUU.

En este entorno, la autonomía universitaria es un chiste. Nuestros gestores universitarios son vasallos del político de turno, al que la taifa autonómica destina para someter a las universidades con ayuda de las migajas del presupuesto. Algunos gestores tratan de enderezar la situación o resistirse. Señalan, con acierto, que la contribución de la universidad a la sociedad es mucho mayor de lo que recibe del contribuyente. Otros, están encantadísimos de someterse a lo que venga "desde arriba", a la espera de obtener un cargo que les libere de la tiza y les suba al coche oficial. Salvo honrosas excepciones, la cultura, la investigación y la educación son solo un párrafo de relleno en el discurso del político. Claro que la sociedad en su conjunto tampoco se muestra muy interesada y, en especial, demasiados empresarios. Que la formación sea un pilar básico apreciado por la ciudadanía no se consigue de un día para otro. ¿Se le va a pedir al duopolio televisivo del firstdate tamaña pérdida de tiempo?

Finalmente, Bolonia ha trasladado a los campus elementos que se han mostrado eficientes en la destrucción de la enseñanza primaria y media. Una burocracia febril y absurda que sitúa lo accesorio por encima de los sustantivo. Carguitos, auditores y privatizaciones. También se percibe la llegada de la erosión de la autoridad del docente y el tratamiento infantiloide del estudiante universitario. El cliente siempre tiene la razón. Gaudeamus igitur iuvenes dum sumus.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios