Tribuna

José Rodríguez de la Borbolla

Ex presidente de la Junta de Andalucía

Jugar con el pellejo ajeno

Jugar con el pellejo ajeno Jugar con el pellejo ajeno

Jugar con el pellejo ajeno

En 1896, cuando sólo tenía 22 años, Winston Churchill, en una carta a Bourke Cokran, su mentor político de joven, afirmó con rotundidad: "El deber de los gobiernos es, ante todo, ser prácticos. A mí me gustaría hacer que la gente que vive en el mundo, al mismo tiempo que yo, estuviera mejor alimentada y fuera más feliz. Yo no sacrificaría a mi generación a ningún principio, por alto que fuese, ni a ninguna verdad, por muy grande que fuera". (Winston Churchill, Carta a Bourke Cokran, 1896).

En 1933, con 42 años, desde la cárcel, donde rellenaba Quaderni escribiendo de memoria, sin poder consultar ningún texto de apoyo, pero haciendo que su imaginación recreara todo lo aprendido y pensado, para ponerlo al servicio de la emancipación humana, Antonio Gramsci escribió: "Es difícil extirpar de los dirigentes el convencimiento de que una cosa se hará porque el dirigente considera justo y racional que se haga (…). Es difícil extirpar la costumbre criminal de descuidar el evitar sacrificios inútiles. (…). La mayor parte de los desastres colectivos (políticos) suceden porque no se ha tratado de evitar el sacrificio inútil, o se ha demostrado no tener en cuenta los sacrificios ajenos, o se ha jugado con el pellejo ajeno" (Antonio Gramsci, Cuadernos de la Cárcel, 15, Maquiavelo. Elementos de política, 1933).

Dos hombres situados en las antípodas sociales e intelectuales, lejanísimos el uno del otro. Dos hombres, sin embargo, con vocación de servir a los demás, desde la política, pero más allá de toda mitología salvífica. Dos hombres con vocación de mejorar la realidad a través de las ideas y de la acción. Dos hombres respetuosos de sus congéneres. Dos hombres igualmente admirables y creíbles. Y ambos dos coincidiendo en varias cuestiones fundamentales en relación con el liderazgo y la política: El buen liderazgo político exige tener en cuenta las consecuencias de cualquier decisión o los resultados de cualquier estrategia. El buen liderazgo político es un ejercicio de mesura, sostenido en el tiempo. El buen liderazgo político no es sólo la adopción de iniciativas que lleven al poder, o el diseño de triquiñuelas que consoliden la propia posición de dirigencia. El buen liderazgo político exige respeto a la vida de los ciudadanos… El buen líder no se puede permitir jugar con el pellejo de los demás.

Hoy, sin embargo, creo que cada día somos más los que tenemos la seguridad de que la mayoría de los dirigentes políticos actuales -a nivel de ayuntamientos, nacionalidad o región; a escala española, europea y planetaria- están jugando con nuestro pellejo. Todos parecen estar engolfados en una especie de Juego de Tronos global, siguiendo el manual de instrucciones de esa serie exitosa pero descarnada; exaltadora y justificadora de las más negras ambiciones y de los más crudos egoísmos; y normalizadora de los más hediondos sentimientos. Una especie de guía para trepar y para sobrevivir en el mundo -absolutamente desregulado- en el que, a pasos agigantados, nos están instalando.

Aunque no es totalmente cierto lo de la desregulación global. Existen reglas, pero se quiebran cuando les conviene a los que mandan. Todos parecen creerse, cual deus ex machina, con poderes y carisma para orientar el drama hacia donde indique su mera voluntad. Y no se dan cuenta de que, en vez de ser protagonistas de un gran drama de Shakespeare, están interpretando una astracanada grosera. Muchos, más que a Julio César, se asemejan a Don Pero de Toro, el marido engreído y cornudo de La venganza de Don Mendo: "No hay barreras para mí/pues si hay barreras las salto", decía la pretenciosa leyenda inscrita en su escudo. En todo caso, da igual: los dos -Julio César y Don Pero- la diñaron, tristemente, antes del final de la obra.

No jueguen más con el pellejo ajeno, por favor. O los votantes pueden acabar por ponerles los cuernos. Fíjense en lo que pasa, cada día, en el Reino Unido (?) de la Gran Bretaña -debacles de conservadores y laboristas; el personal acongojado, en general; país sin rumbo- o en lo que ha pasado la semana pasada en Grecia: los grandes salvadores prometeicos enviados a una esquina de la Historia.

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