Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Gracias, Peter Jackson

Este memorable documental habría quedado en el olvido de los proyectos por hacer, o en algún desván de una casa de subasta, a la espera de una rendija de luz en el futuro

Gracias, Peter Jackson Gracias, Peter Jackson

Gracias, Peter Jackson

En las últimas noches he soñado varias veces con los Beatles. Sueños muy normales, nada extravagantes, aunque soñar con ellos ya lo sea, en gran medida. Bebo té, hablo con ellos, nos reímos, me atrevo a tocar la batería, incluso, compartimos bocadillos, los observo. Simplemente los observo. Y han sido buenas noches, algo raro en alguien como yo, más que acostumbrado a las malas noches. No me cabe duda de que esta concatenación de sueños beatles es responsabilidad de Peter Jackson, ese director neozelandés que alcanzó la gloria con la trilogía de El señor de los anillos, y que previamente ya había dado muestras de su talento en ese título, hermoso e inclasificable, que es Criaturas celestiales. Si con su célebre trilogía, así como con el Hobbit, Jackson hizo un regalo cinematográfico a los seguidores del cine de fantasía, con Get Back se ha convertido en el gran Rey Mago de los adictos a los Beatles, de los amantes de la música en general, de los coleccionistas de los documentales y de todos aquellos a los que les gusta el mejor cine. Porque eso es Get Back, cine en estado puro, del mejor. Una grandísima y maravillosa obra de arte, y debería escribir en mayúscula cada una de las letras. Y Jackson no ha filmado nada, ha seleccionado. Más de 50 horas de rodaje y más de 120 de grabaciones sonoras, resultado de ese Gran Hermano al que se dejaron someter los Beatles en 1969 y cuyo resultado fue otro documental, pero de 80 minutos, titulado Let it be, y que conquistó un Oscar en 1970. Reconocido gran fan de la banda de Liverpool, Jackson restaura, recicla, abrillanta, ordena, sistematiza y depura todo ese material en una pieza documental de ocho horas que desde ya forma parte de la historia del cine, así en general, por todo lo que supone.

En primer lugar, porque se trata de una obra técnicamente irreprochable. No tengo ni idea de cómo lo ha hecho, pero Jackson ha conseguido que estés dentro del estudio, que convivas con Paul, George, Ringo y John como si todos nosotros fuéramos el quinto Beatle. Viéndolo, a ratos creía que Lennon podría aparecer en cualquier momento o que me iba a encontrar a McCartney husmeando en mi nevera. En segundo, porque se trata de un documento de especial importancia, ya que contemplamos sin velos, sin adornos, sin ningún artificio, el proceso creativo. Cuatro amigos componiendo canciones. Cuatro amigos, muy amigos, a pesar de todas las leyendas y habladurías. Y poder verlos, desnudos ante la canción por llegar, encadenando notas, construyendo las letras, para mí está a la misma altura de poder ver a Miguel Ángel pintando la Capilla Sixtina, a Picasso el Guernica o a Balzac escribiendo las primeras páginas de El Coronel Charbert. No es que sea histórico lo que nos muestra Peter Jackson, es la Historia, mismamente. Las dudas de Harrison, el permanente y divertido despiste de Ringo, los silencios y arranques -hasta se atreve con el Flamenco- de Lennon, el liderazgo de MCcartney, y que lo ejerce mucho más de lo que podría haber intuido. Las decenas de tazas de té, las versiones memorables, las bromas, las risas y las distancias, Yoko y Linda, Martin y compañía, la búsqueda de un nuevo sonido o esa genialidad que llega sin avisar están ahí, en Get Back, de Peter Jackson.

Ni en mis mejores sueños, vuelvo a ellos, nunca podría haber imaginado haber visto algo parecido, tener acceso a algo que muchos podemos considerar como sagrado, místico, inalcanzable para el resto de los mortales. Están ahí, al lado, y lo hacen casi inconscientemente, entre juegos, sin aparente esfuerzo, como ese niño que se inventa un regate en el patio del colegio. Y lo he visto, irrespetuoso yo, en pijama, despeinado, todavía con legañas, con la naturalidad con la que se extiende la margarina sobre el pan tostado. Como algo propio, como si estuviéramos muy cerca. Sólo podemos darle las gracias a Peter Jackson por este memorable documental que, de otro modo, habría quedado en el olvido de los proyectos por hacer, o en algún desván de una casa de subasta, a la espera de una rendija de luz en el futuro. Hemos tardado en verlo, en disfrutarlo, pero ha merecido la pena. Gracias, Peter Jackson.

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