La tribuna
Salvador Gutiérrez Solís
De los nervios
La tribuna
Ahora se habla mucho de la Inteligencia Artificial, aunque casi siempre la nombramos por sus iniciales, y en inglés, que eso es más moderno. Quien la maneja construye fotografías de situaciones y hechos que nunca sucedieron. Todos quedamos impresionados con esa del Papa con ese inmaculado y moderno plumas blanco. Y era mentira. Al igual que la de Trump o la de Putin. O la de Pedro Sánchez detenido. Y lo mismo nos sucede con mucho de lo que leemos, creado igualmente por la Inteligencia Artificial, con un fin muy claro: manipular. Basta indicar en la ventanita: necesito un texto que parezca una noticia de periódico y que sea negativa con la sanidad, la educación, la amnistía o lo que sea. Y luego, cuando vemos en Tik Tok, o en otra red social, esas fotografías, y escuchamos esas noticias, narradas por alguien con cara de saber lo que dice, las damos por reales.
Creemos hasta lo que nos dicen. De pe a pa. Y luego lo contamos, con el mismo convencimiento con el que lo hemos escuchado. Así funciona. Nunca podríamos haber imaginado que las nuevas tecnologías nos procurarían, al mismo tiempo, formar parte de la sociedad de la información y de la desinformación. Pero más que la desinformación, yo la llamaría información interesada, porque siempre se crea y difunde con un objetivo muy concreto. ¿Pero qué ganan con eso? Es una pregunta muy frecuente, cuando le explicas a alguien que tal información o tal fotografía es falsa. Ganan, siempre ganan, reputación propia, o menguar una que consideran rival, influir, crear opinión interesada, legitimar opciones políticas que no son tan legítimas, crear miedo, favorecer o arremeter contra una farmacéutica, escoja. Son muy y muy diversos los motivos, y hay países, Estados, implicados, afanados, entregados y responsables de que esto suceda así. China, Rusia o Irán ya no pueden ocultar que destinan grandes cantidades a estos conceptos (y este comentario provocará que este texto cuente con muy escasa difusión; haga su apuesta).
Está más que demostrado que el auge de la ultraderecha y otras expresiones radicales políticas, a nivel global, van de la mano de la expansión de las Fakes News. Como dice aquello de la gallina y el huevo. Fake News que ahora son más sofisticadas, más rápidas y fáciles de crear gracias a la llamada Inteligencia Artificial. Sí, avanzamos para pillarnos más los dedos. Y así encontramos toda esa basura (spam) que nos llega de mil maneras, en la que nos cuentan los sueldos que les damos a los inmigrantes, las tragedias que padecen los hombres que se divorcian a manos de sus malvadas esposas, el dineral que tiene en el banco y el casaplón que gasta tal o cual político, y demás mentiras con el único objetivo de arremeter contra el sistema, las instituciones y sus representantes. Tecnológica, premeditada, costeada, y muy expansiva, se trata de una epidemia, de gran alcance en la actualidad. También lo podríamos calificar como guerra, ya que se trata de destruir al contrario, con balas que no traspasan pieles, pero sí que acaban con reputaciones.
¿Se puede combatir contra esto? Claro que se puede. En primer lugar, las herramientas de la Inteligencia Artificial deberían ofrecer materiales perfectamente identificables. Por ejemplo, las fotografías deberían llevar una marca o señal, y los textos podrían ser comprobados por la misma Inteligencia Artificial. O sea, como en las películas de ciencia ficción, debería ser una tecnología “no programada” para atentar o mentir a la propia especie humana. No es tan difícil. Pero, sobre todo, podemos combatir esta invasión cuestionando lo que leemos, informándonos, buscando fuentes fiables, dudando. Aunque me temo que el problema reside en que hay quien lee y cree solo lo que le interesa, lo que está dispuesto a asumir como verdad. Y la verdad solo es una, dicen, todo lo demás son interpretaciones, o mentiras, tal y como está sucediendo en la actualidad.
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