Tribuna

Pablo Antonio Fernández Sánchez

Catedrático de Derecho Internacional Público y RRII de la Hispalense

La Cumbre del Clima en Madrid

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La Cumbre del Clima en Madrid

En 1996, cuando llegué de catedrático a la Universidad de Huelva, yo me creí lo que señalaba la ley de creación de la citada universidad, en el sentido de dedicar la investigación a las cuestiones medioambientales. Por ello, la primera tesis doctoral que dirigí en aquella Universidad fue la de la Dra. Giles Carnero, hoy una acreditada investigadora sobre cuestiones de cambio climático. El tema, en aquellos tiempos, era novedoso en la ciencia jurídica española: "La protección internacional de la atmósfera". Acababa prácticamente de entrar en vigor la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, firmada en Nueva el 9 de mayo de 1992 y en vigor desde el 21 de marzo de 1994. Desde Huelva estudiaríamos uno de los efectos de uno de los gases de efecto invernadero como era la temible diminución de la capa de ozono.

Pues bien, desde entonces, el galopante aumento de emisiones de efecto invernadero ha permitido conocer datos científicos muy preocupantes sobre las consecuencias del aumento de la temperatura como consecuencia de las altas concentraciones atmosféricas de gases de efecto invernadero. Para ello, Naciones Unidas ha incentivado la adopción de protocolos adicionales a dicha Convención Marco para marcar límites que permitan encontrar un equilibrio entre el desarrollo económico y el bienestar medioambiental.

De todos es conocido los llamados Protocolo de Kioto o Acuerdo de París.

La forma jurídica que tiene el Derecho Internacional es la creación de Protocolos Adicionales o enmiendas o modificación de los tratados existentes. Para ello, la Convención Marco prevé lo que se conoce como las COP, es decir la Conferencia de las Partes. Esta próxima de Madrid que ahora comienza será la número 25 (COP25). En ella se dan cita todos los Representantes de los estados partes y de las organizaciones internacionales partes, como la Unión Europea.

La adopción de normas en este marco jurídico es la forma en la que los estados y organizaciones internacionales se obligan mitigar, adaptarse, financiar y transferir tecnología para luchar contra las consecuencias del cambio climático. De ahí que el Protocolo de Kioto comprometiera a los 37 Estados más industrializados del mundo a reducir sus emisiones de CO2 una media del 5% respecto a los niveles de 1990, antes de 2012.

Obviamente estos objetivos eran muy cicateros para la dimensión galopante que estaba adquiriendo el cambio climático. Por ello hubo sucesivos intentos de lograr mayores compromisos, que, finalmente, se obtuvieron en el Acuerdo de París (COP21) del 12 de diciembre de 2015, que logró la participación activa de los Estados Unidos. Entró en vigor el 4 de noviembre de 2016. Lo más importante debería ser, ahora, el apoyo financiero que recoge este Acuerdo de París y la corresponsabilidad de otros actores, como las ciudades, las provincias, las empresas o los inversores.

Aun así, no ha sido suficiente y, además, Estados Unidos ha presentado ya formalmente su retirada del citado Acuerdo de París. Mientras tanto, el cambio climático sigue amenazando la vida en la tierra y los políticos, atareados en sus cortas visiones de las próximas elecciones, no disponen de tiempo ni de energía para resolver este problema estratégico.

Dado que no ha podido desarrollarse en Chile como estaba previsto, la COP25, con la aquiescencia de Naciones Unidas, se desarrolla en Madrid entre los días 2 y 13 de diciembre de 2019. Esta COP será la última antes de que se active en 2020 el Acuerdo de París.

Sin embargo, a estas alturas, los retos van mucho más allá de los de una mera Conferencia de los Estados Partes en el marco de una Convención Marco sobre el Cambio Climático. Hay que cambiar el modelo de consumo, el modelo de producción, en definitiva, el modelo de vida sin alterar excesivamente el bienestar humano y eso sólo pueden hacerlo los estados, imponiendo a las instituciones, a las empresas, a los ciudadanos hábitos compatibles con el medio ambiente.

No tengo ninguna esperanza de que los Representantes de los estados miembros de la Convención Marco sobre el Cambio Climático lleguen a acuerdos vinculantes que estén a la altura de las consecuencias actuales del cambio climático, pero sí creo que servirá para llamar la atención de la conciencia pública a la sociedad civil para que se organice y exija a sus respectivos estados mayores compromisos con la vida y con el bienestar medioambiental. La enorme influencia que tienen hoy día las ONG y los grupos humanos organizados parece ser el único camino para exigir y hacer cumplir las medidas que el Panel de Expertos independientes de la ONU, señala para luchar contra el cambio climático. Por tanto, bienvenida esta COP25, aunque sea sólo para demostrar su ineficacia y supongo un revulsivo ciudadano que, como en otras revoluciones consigan los objetivos que sus gobernantes les niegan.

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