Tribuna

José Antonio González Alcantud

Catedrático de Antropología

Cristo se detuvo en Roma

Cristo se detuvo en Roma Cristo se detuvo en Roma

Cristo se detuvo en Roma / rosell

El doctorado de la Università della Sapienza se llamaba "convivencia". Yo había hablado en el mismo varias semanas antes. Ahora le tocaba, el 13 de mayo, como invitado especial a Mimmo Lucano, ex alcalde de la pequeña localidad de Riace, en Calabria, lugar en vías de desertificación humana, que él había reanimado in extremis acogiendo a migrantes. Una experiencia que le había dado gloria mediática, convirtiéndolo en un ícono de la izquierda italiana. Salvini lo había puesto en el centro del encono antimigración, dando paso a que los jueces procesasen a Lucano, acusado de tráfico ilegal de personas. Los fascistas -así se llamaban ellos mismos- de Casa Pound, un edificio ocupado por marginales devenidos en fanáticos, se movilizaron para impedir el acto. La Sapienza tiene una larga tradición antifascista. La respuesta no se hizo esperar: una masa de estudiantes y profesores acudió a proteger a Lucano. El aula magna estaba a reventar, hablaron el rector demócrata cristiano, los catedráticos, y Mimmo, que invocó el "deber de humanidad". Cantamos todos a coro emocionados Bella Ciao, la canción de la resistencia. Fue noticia de primera página en todos los medios de comunicación, y el diario La Repubblica catalogó a Lucano de "superstar".

No más lejos de un kilómetro y medio de Casa Pound hay un lugar sombrío: el centro de detención de la Gestapo de la calle Tasso. Se puede visitar: un viejo carabinero te abre la puerta de un edificio cualquiera, en el que habitaron vecinos cualquiera. La Gestapo lo utilizó de centro de tortura contra los resistentes antifascistas. Tapiaron las ventanas de las tres primeras plantas, y lo que era normal en apariencia se mutó en infierno. La banalidad del mal siempre. En la pared de una de las celdas un preso grabó con una putilla de su zapato que a pesar de todo perdonaba a sus torturadores. Nos alivia este gesto. No me sorprende encontrar en esta cultura del perdón, de profunda raigambre católica, el panfleto, expuesto en la vía Tasso, de un "movimiento comunista católico" de los años 40.

Es un lugar común afirmar que Italia no ha resuelto su problema con el fascismo. Se reconoce comúnmente el entusiasmo inicial de hace un siglo con el fascismo. Como un signo de los tiempos sobre el escenario del teatro de la ópera aún luce un enorme letrero que alude al "duce Mussolini". Los campos contrapuestos comenzaron a delimitarse cuando la brutalidad se fue abriendo camino. El asesinato en 1924 por los camisas negras del diputado socialista Matteotti, tras un sonado discurso parlamentario, marcó un antes y un después, que tuvo su tornavuelta con la exposición humillante del cadáver de Mussolini, colgado en una plaza milanesa, veinte años después.

La resistencia fue épica, y en ella participaron todo tipo de sensibilidades y no sólo los comunistas. Mas un hecho en Roma altera el relato. En 1943 se produjo un atentado de la Resistencia contra un grupo de soldados alemanes que ayudaban a los fascistas en su fase final. Murieron varios nazis, y el mando alemán decidió vengarse. Dicen que advirtieron de que debían entregarse los ejecutores del atentado. Esta versión se pone en duda, ya que probablemente tenían tomada ya la decisión: seleccionaron a cerca de 335 romanos, de todas condiciones sociales, edades y creencias. Católicos, hebreos, comunistas, aristócratas, obreros, etcétera. El castigo debía ser ejemplar: diez por cada nazi caído. Fueron llevados a unas cuevas en la vía Apia Antica, cerca de las catacumbas cristianas, y allí ejecutados. El lugar, llamado Foses Ardeatinas, todos los años conoce un acto el día de la Liberación, el 25 de abril. Yo estuve este año: una manifestación silenciosa de la fuerzas de izquierda salió del lugar. Los familiares de las víctimas enseñaban y explicaban lo acontecido allí. Clima de grandísima emoción.

El problema, me señala en la Casa della Memoria e la Storia el historiador Alessandro Portelli, autor de La orden ya fue ejecutada, libro definitivo sobre lo que aconteció en las Fosas Ardeatinas, es que una parte de los herederos de las víctimas culpabilizan a la Resistencia de lo acontecido, por no haberse entregado. Los resistentes, alguno de los cuales murió hace pocos años, mantuvieron que a ellos nunca llegó la noticia de entregarse, y que los nazis ya habían trazado su plan previamente.

Volvamos al presente. Con motivo de las municipales italianas, nuestro héroe Lucano, ante el estupor generalizado, no ha conseguido llegar a concejal en su pueblo, que ha votado a Salvini y sus extremistas. Si Carlo Levi escribió en la posguerra aquel maravilloso libro, Cristo se detuvo en Éboli, describiendo la pobreza existencial del sur de Italia, ahora podemos intuir que ocurre algo parecido en Roma. No hablamos de un papado abstracto, sino de un sufrimiento existencial, primario, que divide a los italianos, y por ende a Europa.

Empero, como arguye con convicción el profesor Portelli: "Nunca encontré un resistente, aunque hubiese cometido crímenes, que actuase por órdenes. Y, sin embargo, los fascistas siempre ejecutaban órdenes. Por eso soy antifascista". Bella y lógica conclusión a tantas emociones puestas en juego.

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