Tribuna

Antonio Rafael López

Presidente de la Junta de Personal Docente no Universitario

Crece con la pública

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Crece con la pública

Como la tierra ante la siembra, está abierta la escolarización. Savia nueva accede al tronco educativo, y lo hace en un curso marcado por la renovación de conciertos. La Delegación Territorial y la dirección general competente han adoptado un criterio indisimulable: renovar todos los conciertos suscritos en Córdoba. Todos: para los centros con ratios altas y ratios bajas, para las enseñanzas obligatorias y no obligatorias, para los barrios y localidades donde la pública ha disminuido o incluso ya tiene menor peso que la concertada. Todos, salvo para los centros que segregan por razón de sexo, pues aunque la Lomce permite que reciban fondos públicos, la administración autonómica "conforme a su planificación educativa, puede acceder o no a esta posibilidad". Con ello, se impone el criterio planificador a la demanda para estos centros, lo que prueba que es posible actuar igualmente con cualquier otro centro concertado. Renovar al resto supone, pues, un posicionamiento en política educativa ante cuyas consecuencias la Junta de Andalucía será la principal responsable.

La escuela privada concertada y la escuela pública coexisten desde hace décadas. Cualquiera puede nombrar a un familiar o a alguien cercano formado o empleado en la concertada. Conozco bien alguno de sus centros y sé que allí también trabajan magníficos profesionales. Por ello, me alegra que esta renovación pueda dar estabilidad al colectivo y a sus familias. Así pues, vayan por delante mis parabienes. Pero precisamente esta empatía me obliga a denunciar que en los últimos años la escuela pública cordobesa ha perdido más de 60 unidades de Infantil, y que ello ha afectado a 75 familias. En todos estos años, se ha echado de menos a muchos de los que ahora -precisamente ahora- exigen mantener empleo y unidades. Esperamos que vuelvan a alzar la voz cuando la pública esté amenazada pues, si nadie lo remedia, esas 60 no-clases tampoco brotarán ya en Primaria, ni en Secundaria, ni en Bachillerato o FP, arrastrando a estas enseñanzas ese quebranto. Tampoco puede olvidarse que los nuevos conciertos ampliarán su vigencia a seis años, lo que les brindará un blindaje a prueba de bombas. Como la pública está obligada a reajustarse anualmente, ¿seguirá siendo la única que sufra las vacas flacas? No sería entendible que la administración pública tratase con más rigor a sus centros que a los privados concertados, y sería aún más difícil justificarlo cuando la propia Susana Díaz se ha comprometido a "priorizar siempre" la educación pública. Habrá que recoger el guante de nuestra Presidenta, y actuar con vigilancia y diligencia para que en los próximos seis años ni una sola unidad de la pública desaparezca del mapa y para que, de ser así, la ciudadanía sepa cuánto vale la palabra de sus gobernantes. Y habrá que recordar que mantener unidades vigentes no implica aumentar gasto, solo dejar de recortarlo.

No obstante, un justo comienzo sería que la administración pública recuperara lo arrebatado a la pública en los últimos cursos. Con ello demostraría tratarla con el mismo rasero que a una concertada que mantiene su oferta incólume. Herramientas -como bajar las ratios o impulsar los apoyos-, tiene. Pero, hasta hoy, la escuela pública andaluza ha recibido poco más que discursos. Me consta que todas las escalas de la Administración -desde las más modestas hasta aquellas que toman decisiones de calado- cuentan con personal profundamente comprometido con la calidad de nuestra escuela, gente que comparte y vive unos mismos valores de igualdad, mérito, capacidad, servicio… únicos criterios a que se debe lo público. Ellas y ellos lidian duramente con esta época de recortes y, desde su papel de Administración, confío en que también trabajan con las miras puestas en una educación pública a la altura de nuestra esperanza. Pero estamos ante una encrucijada y lo hecho hasta aquí no basta. Si en los próximos 6 años la escuela pública andaluza profundiza la deriva hacia la subsidiariedad, nadie en la Administración podrá esconderse. Queda confiar en las familias.

Ante una Lomce tan abominada -pero que quienes firmaron derogar no han derogado aún-, ellas son vitales. Porque la escuela pública es el único ascensor donde cabemos todos: no importa dónde vivamos, cuánto ganemos, a quién votemos o en qué creamos. Porque la única rentabilidad que busca es la impagable rentabilidad social. Porque su alumnado copa los primeros puestos en los Premios Nacionales. Porque sus profesionales abarcan todas las sensibilidades y han superado los filtros objetivos más exigentes. Porque los servicios públicos son la garantía de nuestros derechos, por encima de peajes, gracias e intereses privados. Porque la escuela de hoy construye la sociedad de mañana. Porque lo público, en definitiva, somos todos y cada una, animo a nuestras familias a matricularse en la pública, y a ver crecer a sus hijas e hijos con ella… ¡hasta el infinito y más allá!

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