Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Chanelazo

He de reconocer que lo pasé, pasamos, en casa la mar de bien. En una plan intergeneracional, que surgió del imprevisto, que es como surgen los mejores planes

Chanelazo Chanelazo

Chanelazo

Mientras contemplábamos la votación, mis hijos me dijeron: papá, esto no lo hemos conocido nunca. Y estuve a punto de responderles que para mí casi también era una novedad. Después de muchos años, la representación española en el festival de Eurovisión estuvo a punto de dar la campanada, quedando finalmente en un privilegiado tercer puesto, muy lejos de nuestras clasificaciones más recientes, más que acostumbrados a los chascos, batacazos y hasta los hundimientos más profundos y abisales. Curiosamente, ha sucedido en un año en el que la elección de nuestra candidata, la ya mítica Chanel, no estuvo exenta de polémica. Fueron muchos los que argumentaron errores, tretas y demás historias, cuando en el festival de Benidorm, recuperado para la causa eurovisiva, no resultaron ganadoras Rigoberta Bandini y las gallegas Tanxugueiras, especialmente, que por lo visto contaban con el favor del público. Siempre me ha encantado esta expresión: favor del público. A pesar de que la de Chanel era la canción más manifiestamente eurovisiva que se presentó al certamen, tal y como hemos podido comprobar. Un inciso. ¿Qué, cómo es una canción eurovisiva? Pues, según mi humilde opinión, aquella que te anime a bailar, sobre todo si estás solo, y que en cualquier verbena, da igual el tamaño, o mientras conduces un coche de tope a las cinco de la mañana, en una feria, por ejemplo, no desentone. Esa es mi prueba del algodón, y la canción de Chanel la supera y con holgura. Y es que después de años de experimentos extraños, de baladas Disney y melodías sin ninguna gracia, hemos enviado a Eurovisión una canción y, sobre todo, una intérprete que encaja perfectamente en los cánones que se demandan. Que sí, que no hace falta decirlo, que es Eurovisión, que hablamos de lo que hablamos, no se apure, pero hasta en Eurovisión hay unos estándares y unos filtros, aunque Chikilicuatre se empeñara en fulminarlos.

Chanel lo hizo de maravilla, es justo reconocerlo. Bien de voz, guapísima, el vestuario de Palomo Spain sensacional, y el cuadro de baile un puro delirio. Y una canción pegadiza, qué más es necesario. La semana pasada Europa votó en contra de Putin y a favor de la paz, está claro, y sin conflicto armado tal vez estaríamos hablando de un triunfo español (sí, lo he dicho), pero no olvidemos lo esencial: es Eurovisión. Purpurina, lentejuelas, taconazos y música divertida, no le demos más vueltas al asunto. Como algo friki en el asunto, sí, me encanta Eurovisión, desde que recuerdo (y quien me lea habitualmente sabe que es algo que nunca he escondido), es cierto que la edición de este año fue flojita, que hubo actuaciones que rozaron el absurdo, aunque tampoco es de extrañar, que todos los años las hay. En esta edición se ha abusado de la balada de amores tristes, parejas deshechas, corazones rotos, y demás, hasta tal punto que parecía un festival diseñado para Amaia, que tal vez se confundió de año. En ningún caso trato de reducir o relativizar el éxito de Chanel, que lo fue y bien grande. Como también fueron grandes los momentos vividos en las redes sociales, con comentarios que consiguieron que en más de una ocasión se me saltaran las lágrimas. Hay que adorar Twitter el día de Eurovisión.

He de reconocer que lo pasé, pasamos, en casa la mar de bien. En una plan intergeneracional, como llaman ahora, que surgió del imprevisto, que es como surgen los mejores planes. Comimos caracoles, reímos, saltamos y aclamamos los puntos que nos concedieron como si se trataran de goles de Benzema (en París). Ojalá lleguen unos cuantos. Compartí con mis hijos esa efervescencia de la infancia y juventud que es contagiosa, porque tal vez siga escondida en nuestro interior siempre, aunque nos empeñemos en ocultarla, por aquello de ser adulto (y parecerlo). Fue un momento querido, disfrutado y compartido que estamos deseando que se repita, y que hemos comentado con frecuencia a lo largo de los siguientes días. Con eso me basta, tan simple, tan liviano, casi de verbena de madrugada, pero qué bien lo pasamos. Y qué más da.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios