Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Blue Monday

Si este lunes se siente especial o triste, no se preocupe, que la fórmula matemática está actuando sobre usted, pero no le haga mucho caso

Blue Monday Blue Monday

Blue Monday

Como he dicho en alguna ocasión, no hay nada más español que asumir, aceptar y disfrutar cualquier celebración, sin tener en cuenta su procedencia. Históricamente, así siempre ha sido. La inmensa mayoría de nuestras tradiciones, fiestas y celebraciones nos han llegado desde fuera, y las hemos incorporado a nuestra agenda casi sin protestar, de la manera más natural. En muchas ocasiones con los brazos abiertos. Y las últimas incorporaciones no hacen más que refrendar esta tendencia tan nuestra. Yo no recuerdo Halloween en mi infancia, que seguía siendo un tiempo de gachas (dulces) y visitas al cementerio. Lo incorporé en la juventud, y todavía recuerdo aquellas noches de máscaras y colmillos que no eran más que la excusa para pegarse una buena juerga, del tipo Nochevieja, y no exagero. Los amaneceres, a veces las mañanas, he de reconocerlo, los supervivientes de la noche cambiábamos de disfraz: todos zombis, en aspecto y movimientos. Ya no tengo noches de esas, no sé si por ganas o por cuerpo, pero en casa hacemos algo, aunque sea un detalle, y los caramelos no faltan, que siempre suena el timbre. Hay otras tradiciones que asumimos que son meramente consumistas, de comprar y comprar bajo la excusa de unas supuestas y extraordinarias rebajas. En realidad, a estas últimas manifestaciones deberíamos incluirlas en otro apartado, y no en el de las tradiciones. Contabilidad, economía, oportunidad, algo así. Y hablando de rebajas, cada vez más rollo y más fraudulentas las nuestras, las de enero, y que se han convertido en los últimos años en intentar colarnos ropa que lleva ya demasiado tiempo habitando los almacenes. Un poco de decoro, por favor.

Retomemos lo de las celebraciones que nos llegan de fuera, con la que toca este lunes: el Blue Monday. Una expresión anglosajona, para que sigamos practicando el idioma. Un breve recuerdo de lo que significa este (melancólico) día. En 2005 un matemático británico introdujo en una fórmula diferentes componentes que nos afectan, como tiempo, clima, necesidad, motivación o temperatura, dando por resultado el tercer viernes de enero como el día más triste y deprimente del año. La explicación, más allá de la dudosa fórmula, se fundamenta en que suele hacer frío este día, todavía nos acordamos de la Navidad, vienen las facturas de lo que hemos comprado, aún no hemos cobrado y, para colmo, todos esos propósitos que nos fijamos el día 1 seguimos sin cumplirlos -como está mandando, por otra parte-. O sea, mal presente y un futuro muy negro, lo que conduce a un lunes tristón. Quién no ha tenido uno, y hasta un martes, o un jueves, que el viernes ya nos entonamos y el sábado ya no nos duele nada, hasta el domingo por la tarde, que comenzamos con nuestro particular Blue Monday. Que por cierto también es una canción, de New Order, y hasta puede que la haya bailado en más de una ocasión, sin saber de lo que trataba. La música, otra invasión, según algunos, cuando no creo que haya lenguaje más universal, fundamentado en las emociones, que no entienden ni de geografías ni de economías ni, por supuesto, de idiomas.

Si este lunes se siente especial o extrañamente triste, no se preocupe, que la fórmula matemática está actuando sobre usted, pero no le haga mucho caso, que pasa pronto, en cuando suba un poquito la temperatura, adelgace medio kilo o deje de fumar, o reduzca la cantidad de cigarrillos. De eso se trata, al parecer. Lo que me resulta llamativo de todo esto es que no le demos bola, si es que lo hay, al día más feliz del año. Como ese dicho del vaso, medio lleno o medio vacío, ese debería ser el día a significar, si es que vamos detrás de la alegría, y no queremos estar abrazados a la desgracia. Voy a investigar si existe ese día, y de no ser así tampoco es mal objetivo el hacer que sea una vez al mes, o a la semana, o cada día, que eso sería el gran triunfo. Y que Blue Monday siga siendo una canción, maravillosa, por cierto, una de esas que te empujan a mover los pies, aunque no quieras. Pero sólo una canción, y no un estado de ánimo. Y a seguir bailando.

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