Tribuna

Salvador Gutiérrez Solís

@gutisolis

Battiato, memoria sentimental

No creo que haya mayor distinción y reconocimiento para un músico, o para cualquier creador: formar parte nuestras vidas

Battiato, memoria sentimental Battiato, memoria sentimental

Battiato, memoria sentimental

Para bien o para mal, las conexiones mentales son incontrolables. Y por eso yo relaciono a Franco Battiato, que se nos ha ido hace unos días, con V y con el verano. Porque a eso me dediqué durante muchas horas de un verano: a escuchar compulsivamente a Battiato, y a esperar, como el que espera a su novia tras un curso estudiando inglés en Chicago, un nuevo episodio de V. Ahora lo puedo contar, nunca podrían haber imaginado mis padres las malas noches que gracias a V no les "regalé", porque esa serie consiguió lo impensable: que un sábado por la noche me quedara en casa (y no pecara). De Battiato se han contado y dicho muchas cosas en los últimos días, a raíz de su fallecimiento. Tantas que me he sorprendido, debo reconocerlo, porque no era consciente de lo mucho que nos gustaba, y a tanta, tantísima, gente que le gustaba. Impresionado.

De las muchas cosas que se han dicho, me quedo con una que considero como el mayor reconocimiento que puede alcanzar un creador, especialmente un músico: formar parte de nuestra memoria sentimental. Esas canciones que se quedan en nuestra cabeza, y que se mantienen a pesar del tiempo, de no volverlas a escuchar con asiduidad, a pesar de nuestras vidas, con sus asuntos, nuestras mil historias, con nuestros días malos y días peores, y también con los buenos, que los hay, claro que sí. Y las canciones ahí siguen, dentro de nosotros, sonando y sonado. Aquella de Spandau Ballet, True, que fue banda sonora del primer romance, Alaska y los Pegamoides, Otra dimensión, mi primer vinilo; Leño, con un jovencito, canijo y melenudo Rosendo, Maneras de vivir, mi primer concierto, Joy Division, los Cure, Depeche Mode, Gabinete Caligari, Pata Negra, Kiko Veneno, Bunbury, Calamaro o Battiato.

No creo que haya mayor distinción y reconocimiento para un músico, o para cualquier creador: formar parte nuestras vidas. Hay quien viaja a Londres por ver con sus propios ojos Ofelia en el Tate, o a Roma para recorrer las iglesias más recónditas y desconocidas tras un Caravaggio. Las primeras lecturas, aquella noche en la que Kafka llegó a mi vida, o cómo me dolió todo el cuerpo cuando conocí a La familia de Pascual Duarte, el deslumbramiento de La isla del tesoro o la soledad de Robinson Crusoe. Permanece en mi interior, hago todo lo posible por no ducharme si estoy solo en casa, las secuencias más demoledoras de Psicosis, o de La ventana indiscreta, cada vez que me asomo al balcón, o Vértigo, pero también las de El tesoro de Sierra Madre, Casablanca, Ben-Hur, La guerra de las galaxias o El Padrino, que de vez en cuando recupero con un platazo de pasta por delante. La música, además, como el teatro o la danza, tiene la peculiaridad de que la puedes disfrutar en directo, y seguro que buena parte de nosotros conservamos en la memoria uno o varios conciertos que nos emocionaron o fascinaron por muy diferentes motivos, y que hemos tatuado muy dentro, tan dentro que nos basta con cerrar los ojos para regresar al pasado. En alguna ocasión intenté ver a Battiato en directo, y eso que se prodigó mucho por nuestro país, pero por una cosa o por otra siempre me quedé con las ganas. Una lástima.

Y vuelvo a V, que las series también forman lo que podría ser nuestra memoria sentimental cultural, y por eso fuimos muchos los que nos enamoramos de Diana, a pesar de las ratas que se zampaba; fuimos muchos los que lloramos la muerte de Chanquete o los que nos reímos con los diálogos de Friends. La casa de la pradera, El coche fantástico o Falcon Crest. A qué más puede aspirar una expresión cultural que a permanecer en nuestros recuerdos durante toda nuestra vida: a nada más. Cierro los ojos y recupero esas canciones de Franco Battiato que durante ese verano me fascinaron y que me abrieron la puerta de su mundo musical. Se ha muerto la persona, el hombre, pero el tipo de nariz prominente y pelo encrespado sigue cantando centro de gravedad permanente dentro de mi cabeza. Y siempre lo hará.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios