La deteriorada imagen del Tribunal Supremo

La gestión del Supremo del asunto del AJD de las hipotecas ha sido, desde sus inicios, completamente desafortunada

Tras ocho horas de reunión, el Pleno de la Sala de lo Contencioso Administrativo del Tribunal Supremo fue ayer incapaz de llegar a un acuerdo sobre quién y a partir de cuándo se debe pagar el impuesto de actos jurídicos documentados (AJD) de las hipotecas. En medio de una gran expectación mediática inusual en este tipo de asuntos, los 28 magistrados reunidos tuvieron que aplazar la decisión y convocar una nueva reunión para hoy por la mañana. Con su aplazamiento, el Tribunal Supremo ahonda en la pésima imagen que ha dado en este asunto desde que el pasado 19 de octubre el presidente de la sala, Luis Díez-Picazo, sorprendió a todos al someter a revisión el criterio establecido un día antes de que fuera el banco, y no el cliente, el que abonara dicho AJD.

La polémica del AJD ha sido desde sus inicios una magnífica oportunidad para practicar todo tipo de demagogias. En resumen, lo que han intentado transmitir los más críticos con la decisión de Díez-Picazo es que, en este asunto, algunos altos cargos del Supremo han estado más pendientes de la gran banca que de los intereses de los ciudadanos. La acusación, que no siempre es velada y que se ha podido leer, ver y escuchar en distintos medios de comunicación durante los últimos días, es muy grave, porque supondría que lo más granado de nuestra judicatura estaría prevaricando, es decir, que estaría tomando una decisión arbitraria en un asunto judicial a sabiendas de que dicha resolución es injusta y contraria a la ley. Estas opiniones adversas gozan, además, de gran popularidad, porque el sector financiero -pese a ser absolutamente imprescindible para el desarrollo de cualquier economía sana- suele ser la diana de los discursos simplistas y demagógicos. Por su parte, la banca ya ha dejado claro que puede asumir el coste del AJD, pero que la decisión del Supremo inevitablemente repercutirá en el precio de las hipotecas. Sería ingenuo pensar lo contrario.

Más allá de cuál sea la decisión final sobre este asunto, preocupa el desgaste de imagen del Tribunal Supremo, que no ha sabido explicar en ningún momento este asunto y que ayer demostró estar severamente dividido. La inquietud es mayor si tenemos en cuenta que estamos en unos momentos en los que está arrancando el proceso por los sucesos de Cataluña el otoño pasado. Desde Europa se va a mirar con lupa el juicio a los líderes independentistas y no ayuda demasiado que se sigan alimentando sospechas sobre el funcionamiento del Supremo. Como se suele decir, no sólo hay que ser decente, sino aparentarlo.

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