El último Barómetro de Opinión del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS), correspondiente al mes de junio, deja claro que es el PSOE de Pedro Sánchez el que saca un mayor beneficio de la actual situación de bloqueo político, que ha provocado que se convoque el debate de investidura para el 22 y 23 de julio sin que, hasta la fecha, esté muy claro si el candidato socialista podrá cumplir con el encargo del Rey de formar Gobierno. Probablemente no lo sabremos hasta el último minuto.

Los números del CIS no dejan lugar a dudas y sitúan al PSOE casi en el 40% de voto ya decidido, sacando 23,7 puntos al segundo, que pasa a ser Ciudadanos por encima del PP, y mientras baja Unidas Podemos. Ante estos datos se puede argumentar, una vez más, que el actual presidente del CIS, el socialista José Félix Tezanos, está forzando métodos y cifras para construir un estado de opinión favorable a los intereses electorales del PSOE, lo que entre otras cosas supone poner en duda la profesionalidad e independencia de la gran mayoría de los trabajadores del CIS. Pero lo cierto es que las últimas citas electorales han demostrado que, en general, el CIS ha acertado al señalar las grandes tendencias. Por tanto, no debemos desconfiar de la veracidad de los resultados del nuevo barómetro.

Con estos datos en la mano, Pedro Sánchez podría caer en la tentación de favorecer (más por pasiva que por activa) una repetición electoral que lo acercase a la mayoría absoluta. Asimismo, Albert Rivera también podría verse inclinado a esta solución, ya que el barómetro del CIS apunta a que la formación naranja lograría su ansiado sorpasso al PP y se convertiría en el partido de referencia del centroderecha español. Sin embargo, sería un inmenso error. En primer lugar porque sería una ingenuidad pensar que someter a España a cuatro elecciones generales en apenas cuatro años no tiene graves consecuencias para su economía y convivencia social. En segundo, porque aumentaría la desafección de los ciudadanos a una clase política que se revelaría incapaz de solucionar sus problemas sin tener que recurrir constantemente al estrés de las urnas. Los electores ya han votado y ahora son los diputados los que tienen el deber de dotar al país de un Gobierno eficaz y duradero. Ningún barómetro, por fiable que sea, debe tapar esta realidad.