Vulnerabilidad y desigualdad en Andalucía

Los datos del Ingreso Mínimo Vital revelan una vez más la secular desigualdad de Andalucía con respecto al resto de España

La Seguridad Social pagó el viernes el primero de los salarios del Ingreso Mínimo Vital (IVM). Los datos de este estreno en Andalucía son elocuentes, y obligan a una profunda reflexión por parte de todos -instituciones y agentes sociales- en nuestra comunidad autónoma: una de cada tres familias que perciben este salario social es andaluza. El 34% de los españolas con derecho a esta prestación social, elogiada desde el Fondo Monetario Internacional (FMI) como un buen instrumento por la igualdad, son andaluces o residen en nuestra región. Dos casos muy ilustrativos de este escenario los representan Sevilla y Cádiz. En la primera hay 6.455 familias perceptoras y en Cádiz se benefician del IVM más personas que en toda la provincia de Barcelona. Son datos del viernes sobre los que se producirá un aumento en el futuro debido al número de solicitudes. Madrid lidera una clasificación en la que, sin embargo, las ocho provincias andaluzas aparecen en los veinte primeros puestos. Los casi 26.000 hogares de nuestra comunidad autónoma a los que se transfirió ese día el primer IMV suman 86.935 personas (46.050 menores y 40.885 adultos). La rotundidad -y la tozudez- de estos números evidencian una vez más la secular desigualdad de Andalucía respecto al resto de España, con un índice de pobreza latente y patente que, en el actual marco aún más agravado por el crac económico derivado de la crisis sanitaria del Covid-19, ofrecen un panorama poco menos que desolador. El IMV se erige como una herramienta para reducir esa pobreza y fomentar la inclusión y la cohesión social al propiciar a miles de familias el acceso a recursos básicos. Esto es lo primordial. Pero en paralelo a ese perentorio rescate social por parte del Estado, las administraciones deben articular -ahora más que nunca y con toda urgencia- medidas estructurales para situar a los demandantes del subsidio en la verdadera senda de la formación y el empleo. Ésa es la fórmula si se quieren reforzar las endebles costuras de un tejido social cada vez más deshilachado.

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