Violencia de género: no siempre se avanza

Casi el 50% de las asesinadas este año habían denunciado a sus asesinos. Algo no está funcionado bien en la protección de las víctimas

Las trágicas noticias de los últimos días nos confirman que la violencia de género, lejos de remitir, sigue siendo uno de los principales problemas de la sociedad española, que tiene que asistir entre atónita e impotente al asesinato de mujeres, a veces de la manera más cruel y salvaje. Además, el hecho de que el último de los crímenes estuviese protagonizado por un conocido abogado y periodista catalán, Alfons Quintà, nos indica hasta qué punto estamos ante un problema socialmente trasversal, que afecta por igual a distintas capas de la población con niveles económicos y educativos muy diferentes.

Los datos están ahí y nadie los puede discutir. El pasado año 2015 se saldó con 64 feminicidios -cinco más que en el ejercicio anterior- y, en lo que llevamos de 2016, ya han sido asesinadas 49 mujeres. Sin embargo, sin dejar de ser éstas unas cifras intolerables, sólo son la punta del iceberg. A diario, miles de mujeres españolas tienen que vivir una situación vital muy parecida al infierno: insultadas, golpeadas y privadas de cualquier probabilidad de realización personal. El problema no sólo son los asesinatos, sino todo ese conjunto de violencias cotidianas que impide vivir a ciertas personas con un mínimo de dignidad.

Es cierto que en los últimos tiempos se ha avanzado mucho en la prevención y persecución de la violencia doméstica. El hecho de que las denuncias por estos delitos hayan crecido casi un 14% en el tercer trimestre de 2016 respecto con el mismo periodo en 2015, debe verse como una noticia positiva más que negativa. Uno de los efectos más crueles de la violencia de género es la vergüenza social que experimenta la que la sufre, por eso es muy importante que aumenten las denuncias y que la sociedad acoja y defienda a las denunciantes. Aun así, hay datos inquietantes: casi el 50% de las asesinadas este año habían denunciado previamente a su asesino, lo que nos indica que algo no está funcionado del todo bien en la protección judicial y policial de las denunciantes. Si la violencia de género es trasversal socialmente, también lo es entre franjas de edad. Con inquietud se observa que muchos jóvenes, que ya han sido educados en el valor de la igualdad entre sexos, siguen reproduciendo patrones de comportamiento que cimentan la violencia de género, como es el control de sus parejas a través de las nuevas tecnologías.

Los caminos para luchar contra esta lacra son varios y, por supuesto, pasan por el perfeccionamiento de los métodos judiciales y policiales para reprimir a los maltratadores. Sin embargo, de nada servirá todo esto si no culminamos un giro cultural en el que la igualdad entre hombres y mujeres sea un valor incuestionable y firmemente asentado.

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