Rusia y la posverdad catalana

La llegada de las redes sociales ha revolucionado el mundo y sus conflictos. La UE debe prepararse para este escenario

Las evidencias de que agencias y personajes vinculados a Rusia han participado en campañas masivas de intoxicación informativa en favor de los independentistas catalanes son cada vez mayores. Tantas que hasta el propio ministro de Asuntos Exteriores y de Cooperación, Alfonso Dastis, aprovechó ayer una reunión con sus homólogos de la Unión Europea para denunciar esta circunstancia. A estas alturas a nadie se le escapa que Rusia ha colaborado en que prosperen algunas de las debacles que han conmocionado en los últimos tiempos al eje atlántico, formado fundamentalmente por EEUU y la UE. Hay muchas pruebas de que estas agencias vinculadas a Rusia agitaron las redes sociales de forma sistemática y propagando mensajes falsos o manipulados (la famosa posverdad) para favorecer el Brexit o la victoria de Donald Trump en las últimas presidenciales del país norteamericano. Vladimir Putin, presidente de la Federación Rusa y ex agente del KGB -los antiguos servicios de inteligencia de la URSS-, es un hombre plenamente consciente de la poderosa herramienta de propaganda y agitación que son las redes sociales y está dispuesto a usarlas con todas sus consecuencias.

Aunque Rusia suele negar estas acusaciones, todos los estudios pormenorizados sobre el comportamiento de las redes durante los días del procés, y especialmente del 1-O, prueban que dos medios del Kremlin, RT y Sputnik, apoyándose en Venezuela, se dedicaron a difundir millones de mensajes cuyo objetivo era socavar el prestigio del Estado español y apoyar a los independentistas. ¿Por qué? Sencillamente porque Rusia favorece todas las acciones que aumentan la inestabilidad en una Unión Europea que se opone claramente a su política neoimperial en Europa del Este, como se vio claramente en los casos de Ucrania o las repúblicas bálticas.

La llegada de las nuevas tecnologías y de las redes sociales ha revolucionado el mundo, y también sus conflictos. Los países miembros de la Unión Europea deben tomar buena cuenta de ello y desarrollar estrategias para evitar ser víctimas de este tipo de campañas que pretenden, sin calcular el riesgo, desestabilizarla. ¿De qué forma? Desarrollando redes y agencias con las que combatir las intoxicaciones informativas y formando bien a sus ciudadanos desde la escuela para que sepan detectar y denunciar los bulos y noticias falsas que sólo pretenden dañar nuestras democracias en pos de intereses oscuros.

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