Reducir la jornada laboral no resulta gratis

Las 35 horas semanales suponen un agravio comparativo con el sector privado y ponen en riesgo la productividad

La Junta de Andalucía ha comenzado a aplicar la jornada laboral de 35 horas semanales en el sector público desde el 16 de enero y con ello se restablece una mejora instaurada en 1999, pero que fue suspendida en 2012 por culpa de la crisis. Como se apresura a recordar el Gobierno andaluz, es cierto que fue el Ejecutivo de Rajoy el que impuso la jornada semanal de 37,5 horas y que su reducción ha sido una de las medidas más demandadas por los empleados públicos andaluces. No en vano, a raíz de este descontento surgió el compromiso del Ejecutivo andaluz de dignificar las condiciones laborales de miles de personas para ir recuperando sus derechos. Todo ello se puede entender porque era una reivindicación legítima de los funcionarios, pero sólo hay que estar atentos a la coyuntura económica para admitir que en estos momentos existen otras prioridades.

Las 35 horas semanales no sólo suponen un agravio comparativo para con los trabajadores del sector privado, sino que pondrían en serio riesgo el aumento de la productividad -uno de los talones de Aquiles de nuestra economía- que es lo que demanda el mercado. No se presentan las condiciones objetivas, por tanto, para reducir horas. En paralelo, no hay que pasar por alto que la experiencia no está triunfando en otros lugares. Antes al contrario, con economías tan saneadas como la sueca, se ha tenido que dar marcha atrás con un experimento tan novedoso como la semana laboral de 30 horas: seis horas diarias, manteniendo el salario de ocho. La iniciativa, que se llevó a cabo en el sector público presentó datos positivos. Los funcionarios se declararon más felices y su productividad aumentó. Pero a la larga, los costes económicos no resultaron sostenibles y se tuvo que contratar personal extra para llevar a cabo tareas que, con la jornada más corta, se dejaban de hacer. Esto se tradujo en un notable aumento de los presupuestos. Si tenemos en cuenta que las economía andaluza sigue a la cola de Europa, el fracaso parece más que asegurado si no se miden bien los recursos.

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