Un Gobierno cada vez más frágil

El Gobierno debe ser muy consciente de que su supervivencia no justificaría ciertas cesiones al soberanismo catalán

Los cambios en la dirección del PDeCAT producidos durante el pasado fin de semana acentúan la sensación de fragilidad de un Gobierno que llegó al poder tras una audaz y legítima moción de censura, pero con unos apoyos políticamente muy poco fiables. Con la derrota de Marta Pascal, hasta ahora coordinadora general del PDeCAT, pierde también la facción de la formación soberanista más partidaria de llegar a acuerdos puntuales con el Gobierno central para reconducir el procés hacia postulados más posibilistas. Por contra, el triunfo del grupo más cercano y leal al ex president y prófugo Carles Puigdemont, que nunca ha visto con buenos ojos el pacto parlamentario con el PSOE, coloca al Gobierno de Sánchez en una situación de gran dificultad, ya que los ocho diputados de esta formación catalana son fundamentales para su intención de alargar la legislatura lo máximo posible. A partir de ahora, el PDeCAT se convertirá con toda probabilidad en una china en el zapato del Ejecutivo. Hasta dónde llegarán las molestias lo veremos esta misma semana con las votaciones para la aprobación del techo de gasto (paso imprescindible para sacar adelante los Presupuestos Generales del Estado) y para la elección de la periodista Rosa María Mateo como administradora única de RTVE. ¿Qué es lo que está dispuesto a hacer Sánchez para mantener el apoyo de este partido catalán? La respuesta la iremos sabiendo en los próximos tiempos, pero el Gobierno debe ser muy consciente de que su supervivencia no justificaría ciertas cesiones a un nacionalismo que ha demostrado su más absoluta deslealtad al Estado en numerosas ocasiones. La misma ministra portavoz, Isabel Celaá, se vio ayer en la obligación de decir que "nadie va a resistir más allá de lo razonable".

Sánchez era muy consciente de la debilidad de sus apoyos (Podemos, PNV, ERC, PDeCAT y Bildu), un cóctel altamente volátil de formaciones populistas y nacionalistas (cuando no independentistas o abiertamente filoetarras). Sólo un inocente (algo que no es el presidente del Gobierno) podía pensar que dicho conglomerado de siglas permanecería estable en el tiempo que aún queda de legislatura. En los próximos días, Pedro Sánchez deberá pensar muy seriamente si puede mantener la estabilidad del Ejecutivo sin pagar costes excesivos o si ha llegado el momento de abrir las urnas para que los ciudadanos españoles decidan.

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