Un Gobierno sin pulso que requiere cambios

El actual Ejecutivo de la Junta carece del pulso necesario para llevar a buen puerto la complicada segunda parte de la legislatura

La primera reacción de Susana Díaz una vez conocida su derrota en las primarias socialistas fue asegurar que había llegado la hora de centrarse exclusivamente en gobernar Andalucía. Durante demasiados meses, las cuestiones más urgentes de nuestra comunidad autónoma -que no son pocas- han sido compartidas en la agenda de su presidenta con las cuestiones internas del PSOE, algo que podía ser necesario para el conjunto de la política española, pero que ha perjudicado evidentemente a Andalucía. Díaz acierta al comprender que ha llegado el momento de orillar las luchas orgánicas del Partido Socialista en favor de solucionar los problemas de todos los andaluces- los que le han votado y lo que no-, algunos de ellos fundamentales, como son el empleo, la sanidad o la educación. Ahora bien, la presidenta difícilmente podrá acometer con éxito estas tareas si no provoca una crisis en su Ejecutivo que lo transforme sustancialmente. A nadie se le escapa que el actual Gobierno de la Junta carece del pulso necesario para llevar a buen puerto una segunda parte de la legislatura, que se promete muy delicada.

Como informó este periódico, Susana Díaz ya ha planteado a su círculo de mayor confianza su intención renovar su Gobierno en los próximos días, pero todavía puede caer en la tentación de aplazar la idea para no darle la razón a una oposición que se lo está reclamando con insistencia. Sería un error que pagarían ella y el conjunto de los andaluces. La presidenta sabe mejor que nadie que necesita reforzar tanto el perfil político como el gestor de un Ejecutivo carente de iniciativa. Un Gobierno que embride la sanidad, la educación y el empleo, pero que también sepa ser reivindicativo política y económicamente con el Ejecutivo central sin hacerle el juego a los nacionalistas y a los que pretenden la disolución del Estado. Un Gobierno que, en definitiva, pueda dar un impulso a una región que parece condenada a la atonía de sus gestores políticos.

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