Pedro Sánchez ha elegido el Parque Nacional de Doñana como lugar de veraneo para sus primeras vacaciones como presidente del Gobierno. El dirigente socialista alarga una tradición que en 1986 iniciara Felipe González, quien aprovechó algunas de sus estancias en este privilegiado entorno onubense para invitar a dignatarios europeos como el francés François Mitterrand, el británico Tony Blair, el alemán Helmut Khol o el portugués Cavaco Silva. También el actual dirigente socialista ha hecho lo propio este fin de semana con la canciller alemana, Angela Merkel, en una cumbre europeísta cargada de simbolismo. Una de las principales crisis que afronta la Unión Europea es la inmigración y el encuentro se desarrolla a pocos kilómetros de donde la comunidad autónoma andaluza sufre desde hace unos meses una auténtica oleada de pateras.

Ése es el primer éxito que se apunta Sánchez, presionado internamente como su colega alemana por la deriva de este fenómeno. Ayer los dos dirigentes mostraron en público su sintonía, sobre todo de cara a la reunión que los 27 mantendrán el próximo 20 de septiembre en Salzburgo. La posibilidad de conformar un bloque junto a Francia y Portugal que contraponer a los radicalismos de países como el que acogerá la propia cita o Italia resulta básico. Por el momento, en el caso de España, el presidente consigue el respaldo para intentar frenar la avalancha en origen. Marruecos se siente maltratado por la Unión Europea y ayer Merkel aceptó que Alemania contribuya a ese fondo de 180 millones de euros para que el reino alauí mejore sus sistemas de vigilancia en la frontera.

Sin embargo, la tibieza del socialista al retrasar hasta el próximo mes la demanda andaluza de más fondos y mejor cooperación autonómica para repartir a los menores extranjeros que llegan sin familias evidencia una frialdad incompatible con su propia postura reivindicativa en el ámbito europeo. El acierto de la cumbre de Doñana no aleja las muchas tareas pendientes para septiembre.