Cara y cruz del turismo en Córdoba

La ciudad cuenta con la experiencia suficiente como para convertir esta crisis del sector turísico en una opoertunidad

Los datos no invitan al optimismo, pero deben analizarse con cautela. El turismo, uno de los motores de la economía cordobesa atraviesa un momento delicado, sobre todo en la capital, hasta el punto de que sin querer lanzar mensajes alarmistas, es necesaria una reflexión para ver hacia dónde vamos y qué podemos mejorar en el sector. Las estadísticas del INE revelan que en el primer semestre del año -en el que se incluye el Mayo cordobés- las cifras de visitantes no están en los niveles deseados y por debajo de las expectativas que se podían vaticinar. A ello hay que añadir que si se analizan las cifras en comparación con el resto de ciudades patrimonio de España, tampoco salimos bien parados, por lo que está claro que se necesita un revulsivo para que el crecimiento progresivo que se venía observando en los años anteriores pueda recuperarse de alguna manera.

Vaya por delante que Córdoba se ha aprovechado de la crisis que ha azotado a determinados destinos mundiales para crecer en los últimos ejercicios, pero a la vista está que ese contexto parece no haber servidor para fidelizar a ese turismo cultural que en un clima de conflictividad política o social optó por la provincia. Ahora, cuando las aguas vuelven a su cauce en esos puntos -como pueden ser Turquía o Egipto- la realidad es que Córdoba sale claramente perjudicada, lo que nos lleva a pensar que es posible que hayamos dejado pasar una oportunidad histórica para consolidar a la ciudad como referencia a nivel mundial.

Pero no está todo perdido. Pese a la inoperancia de la instituciones públicas, principalmente a nivel municipal, la ciudad cuenta con el suficiente bagaje, experiencia y saber hacer para convertir esta recesión a nivel turístico en una oportunidad. Para ello es necesario un cambio de mentalidad, principalmente entre los empresarios, que deben apostar más por la promoción, mientras que desde lo público hay que dejar atrás la complacencia y mirar hacia adelante, con políticas claras de difusión de la mano del sector y olvidando rencillas que tienen que ver más con desencuentros personales que con la realidad. La estadísticas han puesto sobre la mesa la cara y cruz de una actividad que siempre ha sinónimo de creación de riqueza y empleo en una tierra que no está en condiciones de poner en riesgo su futuro. La consecución de logros como la declaración de Medina Azahara como Patrimonio Mundial han de servir precisamente para eso, para revisar qué se está haciendo y hacia dónde se ha de mirar, con autocrítica, generosidad y, sobre todo con dos pilares básicos: esfuerzo y dedicación.

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