Andalucía y la geografía de la miseria

Las administraciones no pueden seguir enterrando millones en planes contra la miseria que, a la vista está, sirven de muy poco

El informe de 2019 sobre las condiciones de vida de las principales ciudades europeas (Proyecto Urban Audit) es, sencillamente, desesperanzador: 12 de los 15 barrios más pobres de España están en Andalucía. El documento, que se basa en la renta media anual de los habitantes, deja a la vista una Andalucía que, tras cuarenta años democracia y autogobierno, no ha sabido aprovechar sus oportunidades para acabar con las bolsas de marginación. No queremos con esto describir una Andalucía menesterosa y atrasada. Nuestra comunidad ha avanzado mucho en las últimas décadas, pero a la vista está que sigue teniendo puntos negros que reviven el mito de la Andalucía Irredenta que tanta fuerza tuvo durante el pasado siglo. La geografía de la miseria está compuesta por los barrios Polígono Sur (Sevilla), Los Pajaritos-Amate (Sevilla), Torreblanca (Sevilla), Azahara-Palmeras (Córdoba), Polígono del Guadalquivir (Córdoba), Rosaleda Palma-Palmilla (Málaga) Cerro-Sur Eminencia (Sevilla), Sector Sur (Córdoba), La Oliva (Sevilla), Campanillas (Málaga), Polígono Norte-Villegas (Sevilla) y El Higuerón-Majaneque-Alameda del Obispo (Córdoba). Si algo deja claro esta lista es que, en España, la brecha norte-sur es una dolorosa realidad y que urge tomar medidas para que las cosas cambien. Andalucía ya no puede mirar al exterior para buscar responsables. En la actualidad, tenemos herramientas suficientes para encontrar soluciones. El problema de la marginación es complicado y en él confluyen cuestiones sociales, económicas, culturales, educativas, de seguridad y un largo etcétera. Pero todo pasa por dos cuestiones fundamentales: escuela y trabajo. Sin la primera, pilar fundamental de la movilidad social, poco se puede hacer. Necesitamos que una educación de calidad llegue hasta el último rincón de esta geografía de la miseria. No se trata sólo de tener buenos colegios y profesores (en gran medida eso ya existe) sino de convencer a las poblaciones de estos barrios de que la formación es la mejor vía para escapar de la miseria. Asimismo, poco se puede hacer en lugares donde las tasas de desempleo son elevadísimas, lo que en muchos casos empuja a sus habitantes a actividades infraeconómicas, cuando no delictivas. Sin trabajo, no hay futuro. Las administraciones deben ser conscientes de que no se puede seguir enterrando millones de euros en planes estratégicos que -a la vista está- sirven de muy poco. Hay que evaluar lo que se ha hecho hasta ahora y cambiar el rumbo para mejorar. Andalucía no puede seguir siendo un catálogo de barrios marginales.

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