Mensaje en la botella

Una vuelta a las aulas incierta

La comunidad educativa necesita respuestas, certezas y menos desvergüenza

Si hay algo que hemos aprendido durante esta larga pandemia es que lo que hoy es válido, mañana ya no sirve y que nuestros gobernantes pueden afirmar una cosa y su contraria en solo cuestión de horas. Vaya por delante que, en algunas ocasiones, dado el desconocimiento que aún tenemos sobre el coronavirus, es entendible que haya quien se desdiga de afirmaciones anteriores. El gran dilema abierto en las últimas semanas es la vuelta a las aulas en septiembre. Da la sensación de que nuestros políticos no saben qué hacer, las familias carecen de la información y seguridad de que el regreso se realizará con garantías y los docentes se sienten desprotegidos ante la falta de claridad sobre lo que pueden y deben hacer.

Lo fácil en estos caso es siempre señalar con el dedo a los dirigentes públicos, a quienes tienen que tomar una decisión que a buen seguro no contentará a casi nadie y que les coloca en el punto de mira de toda la sociedad. No me gustaría estar en el pellejo de la ministra Celaá o del consejero Imbroda, que serán los que nos dirán, más pronto que tarde, cómo debemos actuar cuando comiencen las clases. Llevan razón los consejeros de Salud y Educación -que se reunieron el viernes pasado en Córdoba- al decir que los protocolos que hay sobre la mesa son documentos "vivos", que podrán ir cambiando en función de cómo se vaya expandiendo el virus.

Pero una vez dicho esto, y sin dejar de ser compresivo con los políticos ante la dificultad a la que se enfrentan, sí es necesario un cambio en la manera de hacer las cosas y en cómo se explican a la ciudadanía. Cuando se trata nuestras hijas e hijos, la impaciencia se sitúa por delante del sentido común, por lo que labor de las administraciones pasa también por tratar de calmar los ánimos y hacer una llamada a la sensatez.

A día de hoy, tal y como está evolucionando el covid-19, no es posible asegurar un regreso presencial a las aulas. Cierto. Sin embargo, los responsables educativos públicos deberían poner sobre la mesa cuáles son los escenarios que se plantean y cómo se llevarán a la práctica. Falta que nos expliquen cuál es el plan A para el curso que viene, en qué consiste el plan B e incluso que detallen el C si fuese necesario. Y eso, a día de hoy, no lo sabemos.

Y si bajamos a lo que es el día a día de la administración más cercana, en estos momentos de incertidumbre no se explica que las delegaciones territoriales de Educación, como la de Córdoba, estén prácticamente vacías, sin nadie que atienda ni llamadas ni reclamaciones de alcaldes y familias. La única respuesta es que la delegada del ramo está de vacaciones -vaya momento, en pleno mes de agosto y con la que está cayendo- y un vuelva usted a finales de agosto. La comunidad educativa necesita respuestas, certezas y menos desvergüenza, aunque de esto último ya sabemos que andan sobrados.

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