Editorial

La violencia mortal que no cesa

LAS fiestas navideñas son entrañables para la mayoría de la población, pero también suelen hacer estallar los conflictos familiares que se han mantenido latentes furante los meses anteriores. En los casos más extremos esta situación se traduce en episodios trágicos de violencia contra la mujer en el seno del hogar. No ha sido diferente en esta ocasión. Los últimos días de diciembre han disparado la violencia machista hasta el punto de haber alcanzado las cifras siniestras del año anterior. Más de setenta mujeres han sido asesinadas en 2008 por sus maridos, ex maridos o compañeros sentimentales. El lunes 29 de diciembre las víctimas fueron tres, y las tres eran inmigrantes de distintas nacionalidades. Es uno de los signos más destacados de la violencia de género: el 47% de las víctimas del 2008 son extranjeras, procedentes de culturas machistas y con un mayor grado de indefensión ante sus verdugos que las españolas. ¿Quiere esto decir que la Ley Integral contra la Violencia de Género, que entró en vigor en 2004, no ha servido para nada? En absoluto. La ley ha propiciado un aumento notable del número de denuncias, lo que quiere decir que muchas mujeres han perdido el miedo a sus maltratadores y han dado el paso valeroso de abandonar a quienes estaban conviortiendo sus vidas en un infierno. También significa que la sociedad se ha dotado de instrumentos adecuados para que las denuncias sean investigadas y castigadas y para que las denunciantes reciban protección y ayuda. No obstante, el hecho de que las muertes no disminuyan y de que se produzcan fallos lamentables en los operativos jurídicos puestos en marcha obliga a pensar en que la ley adolece de notables carencias. Deben ser examinadas y combatidas. No basta con que la ley ofrezca protección a las mujeres maltratadas y mecanismos de control a los maltratadores si no hay policías suficientes para asegurar una cosa y la otra. Al mismo tiempo que el Estado potencia y mejora sus prestaciones, es necesario que la sociedad entera estigmatice el maltrato com o lo que es, una lacra social imperdonable y vil, y contribuya con su vigilancia y apoyo a las víctimas a erradicar unas prácticas aborrecibles y a prevenir sus fatales consecuencias.

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