Una vieja Costumbre

La culpa de las agresiones es de los agredidos y es responsabilidad de las víctimas que no vuelva a producirse

El vicepresidente del Gobierno, don Pablo Iglesias, y la ministra de igualdad, doña Irene Montero, han denunciado a dos tuiteros por incitar a la violencia contra sus hijos. Comportamiento éste, miserable e indigno, que me ha recordado la reciente agresión a una niña en Palma, a primeros de agosto, cuyo terrible culpa era la de ser hija de guardia civil. Es decir, me ha recordado la asentada costumbre española de atacar e injuriar al vecino, y que ahora, al decir de sus detractores, parece haber inventado el señor Iglesias, cuando lo cierto es que el señor Iglesias, en el mejor de los casos, fue sólo el importador de un neologismo, "escrache", que venía a renombrar una vieja y acreditada práctica celtíbera.

Otro ejemplo reciente: el 16 de agosto, el mosso separatista don Albert Donaire escribía en un tuit, refiriéndose a lo que el llama "colonos" y en realidad conforman la mayoría de la población catalana: "Lo vuelvo a decir. Os encontraremos a todos. Y después correréis". ¿No es encantador? Casi tanto como el espionaje, por parte de la Generalitat, de los niños que hablaban castellano en el recreo. A lo cual habría que añadir el acoso y la persecución de jueces, periodistas, políticos y fuerzas del orden que diariamente se producen en la dulce república catalana. ¿Y qué diremos de los miles de vascos que durante décadas huyeron para salvar la vida y la hacienda? Me refiero, claro es, sólo a los afortunados que pudieron escapar de la extorsión y de la muerte. Recordemos también los altercados de Rentería, en abril del año pasado, cuando doña Maite Pagazaurtundúa se presentó allí a dar un mitín. Entonces el señor Echenique y el señor Ortúzar la acusaron de provocar (ya saben, como esas mujeres que van en minifalda y luego pasa lo que pasa...). De modo que la culpa de las agresiones es de los agredidos -como su hermano muerto a balazos- y, en consecuencia, es responsabilidad de las víctimas que no vuelva a producirse.

Quiero decir que si don Arnaldo Otegui llegó a ser diputado, se debe, precisamente, a que en su juventud fue un simpático y admirado secuestrador, vulgo gudari. De igual modo, si el señor Iglesias ha ocupado una vicepresidencia del Gobierno ha sido, en parte, gracias a sus modos expeditivos, a su estilo caudillista y bravucón de perseguir y silenciar a "la casta". Que hoy sea su familia quien padece esta infamia no hace sino corroborar una vieja costumbre, asentada entre nosotros hasta hacerse invisible.

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