La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

La vida es un derecho, no la muerte

Las palabras del Papa son de la mayor importancia si no queremos deshumanizarnos por un falso humanitarismo

Tengo la sensación de que al papa Francisco lo aborrecen tanto los integristas como lo manipulan quienes, teniéndose por progresistas, le aplauden cuando habla de economía o ecologismo y lo silencian o critican cuando lo hace de ética. ¿Es progresista cuando defiende el medio ambiente y reaccionario cuando defiende la vida? ¿Es progresista cuando arremete contra el consumismo, la globalización, el ultra liberalismo económico o el rechazo hacia los inmigrantes y reaccionario cuando lo hace contra el aborto y la eutanasia?

Desde que Jesús Nazareno compareció ante Pilatos hasta hoy, reaccionario, progresista y otros términos políticos son estrechos e insuficientes para aplicarlos a lo religioso. Es cierto que la Iglesia ha dado pie a ello perdiendo su independencia en sus alianzas con los poderes temporales. Pero el Vaticano II zanjó esta cuestión. Lo que por supuesto no significa que la Iglesia deba ser marginada del espacio público de discusión, propuestas, opinión y actuación. Es lo que hace este papa, aplaudido cuando su discurso coincide con lo que se entiende ideológica o políticamente correcto y silenciado o criticado cuando no lo hace. Sucedió con lo que dijo en la audiencia del pasado miércoles: pese a su importancia no han encontrado apenas difusión.

"No podemos evitar la muerte -dijo-, y precisamente por esto, después de haber hecho todo lo que humanamente es posible para cuidar a la persona enferma, resulta inmoral el encarnizamiento terapéutico… Debemos estar agradecidos por toda la ayuda que la medicina se está esforzando por dar, para que a través de los llamados cuidados paliativos, toda persona que se prepara para vivir el último tramo del camino de su vida, pueda hacerlo de la forma más humana posible. Pero debemos estar atentos a no confundir esta ayuda con derivas inaceptables que llevan a matar. Debemos acompañar a la muerte, pero no provocar la muerte o ayudar cualquier forma de suicidio. Recuerdo que se debe privilegiar siempre el derecho al cuidado, y al cuidado para todos, para que los más débiles, en particular los ancianos y los enfermos, nunca sean descartados. La vida es un derecho, no la muerte, que debe ser acogida, no suministrada. Este principio ético concierne a todos, no solo a los cristianos o a los creyentes". Esto último es de la mayor importancia si no queremos deshumanizarnos en nombre de un falso humanitarismo.

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