La víctima: Nadia

Los golfos son proclives a meter la mano en la caja de los desfavorecidos, porque intuyen que nadie se lo olerá

Un juez decidió el viernes enviar a la cárcel y sin fianza al padre de Nadia, la niña enferma de tricotiodistrofia cuyos progenitores, según sospecha la investigación, pudieron emplear para gasto propio unos 600.000 euros recaudados supuestamente para buscarle una cura a la menor. Fernando Blanco se llama el padre, un sujeto que contaba con antecedentes judiciales por asuntos de estafa y que ahora comienza a perfilarse, aunque su culpabilidad esté por demostrar en un juicio, como uno de esos pícaros que tanto han abundado en la historia larga de la picaresca española. No será sin embargo él el primero, de confirmarse el asunto, que tira de la desgracia para intentar hacer riqueza, pues eso en el ser humano es cosa antigua. Los golfos son de hecho proclives a meter la mano en la caja de los más desfavorecidos, en primer lugar porque suelen ser más débiles y en segundo porque intuyen que la gente de buena voluntad no va a olfatear siquiera la posibilidad de que exista un tipejo que ande haciendo negocios de esa calaña. Luis Roldán, que le metió mano a los fondos de los huérfanos de la Guardia Civil, es un caso emblemático de lo que hablo, pero tampoco hay que irse tan lejos para entender que las ONG y los colectivos de ayuda a los desfavorecidos suelen ser un caladero tanto de almas nobles, seguro que la mayoría, como también innobles, entre las que se incluyen las de algunos políticos bien orientados que además montan alrededor cortijos electoreros y salen de rositas. No hay que fiarse pues de todo el que se refugie en estos rincones, aunque tampoco se puede vivir descofiando. Por lo que hay que medir con mesura a quién se ayuda y por qué si no queremos que nuestra solidaridad se la pueda gastar otro en relojes de alta gama o en marihuana. La lástima en este caso es que hay una víctima doble de este trajín y no es otra que Nadia, niña que no sólo está enferma sino que ahora ya está fuera de la custodia de su madre y con su padre en el trullo. No tuvo ella culpa de nada, y si su padre resulta condenado será doble culpa la suya. Por eso Nadia merece que el Estado se preocupe por ella más que nunca. Pobre criatura, el único ángel de esta historia de dolor y miseria moral.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios