Mensaje en la botella

Otra vez la pobreza

Las políticas de integración se diseñan a veces de espaldas a la realidad cultural del barrio

Miedo me da que asimilemos el término pobreza como algo tan cotidiano en nuestro lenguaje que poco a poco nos vaya llevando a la resignación. Y sí, hablo de Córdoba, la ciudad que cuenta con tres de los barrios con más desarraigo de todo el país y que tiene en Las Palmeras su máximo exponente. La realidad de esta zona de la ciudad ubicada junto a la carretera de Palma del Río ha sido noticia esta semana por el informe demoledor que han impulsado tanto la Universidad Loyola Andalucía como la Fundación Cajasur y cuyos datos, como publicó este periódico, son estremecedores. Que en Las Palmeras -y en otros sitios de la capital- la situación es casi insostenible no es nuevo, pero lo dicho, tal vez hemos entrado en una espiral en la que nuestra capacidad de asimilar esa realidad nos lleva al conformismo.

Lo que ocurre en ese barrio lo describe en la edición de hoy de El Día un vecino de Las Palmeras, Antonio Rodríguez Chache. La verdad es que su testimonio es desgarrador y revela que algo estamos haciendo mal en esta ciudad. Él ha sido testigo de lo que ha pasado allí en las últimas décadas y pone los puntos sobre las íes del trabajo que con más desacierto que otras cosa han llevado a cabo las instituciones y, por qué no decirlo, toda la sociedad cordobesa. Su relato y angustia no puede más que producirnos tristeza, pena, y por supuesto, vergüenza. Mucha vergüenza.

Ahí van algunos datos de ese informe. El paro supera el 76%. Ocho de cada diez jóvenes de la barriada no tiene trabajo. El absentismo escolar se dispara y muchas de las familias optan por matricular a sus hijos en centros educativos fuera de aquel entorno. A todo esto añado un apunte de Antonio Rodríguez, en el sentido de que aquellos que logran un puesto de trabajo obvian -o lo intentan- decir que son vecinos de Las Palmeras. Quienes viven -por decirlo de alguna manera- allí también tienen su responsabilidad, eso es evidente, pero no son los únicos. Las políticas de integración se diseñan en demasiadas ocasiones de espaldas a la realidad cultural de los barrios y no todo es inversión, sino que después es precisa una labor de seguimiento, de análisis y de reordenar lo que no funciona.

Ahora que estamos en campaña y que los problemas más cercanos de los ciudadanos deben ser la prioridad de los candidatos, no estaría mal una especie de acuerdo entre todos, más allá del aprovechamiento electoral que cada uno quiera sacar, para evitar este tipo de situaciones en una ciudad como Córdoba. Igual eso de lo que tanto hablan del modelo de ciudad debe pasar por un pacto de todos contra la pobreza, aunque suene así de crudo. Y me remito a la reflexión de una veterana de la política que algo sabía de esto y que decía que "construir viviendas para los más débiles es sencillo, lo complicado es propiciar que esas personas pueden crear un hogar". No hay más.

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