Y veraneará en Andalucía

El PSOE, en Andalucía, con Espadas, puede terminar haciéndose el harakiri

La democracia tiene razones que la razón entiende a medias. El PSOE lleva tres años desalojado de la Junta y, sin embargo, en el subconsciente colectivo andaluz cunde la impresión de que va a ser en estas elecciones donde nos desprendamos de la alargada sombra del socialismo. ¿Lo han notado, verdad? Es interesarse preguntarse por qué. Atisbo tres motivos.

En primer lugar, en las pasadas elecciones el PSOE de la defenestrada Susana Díaz ganó las elecciones. Sólo la suma un tanto contorsionista del PP, Ciudadanos y Vox pudo imponerse. Absolutamente legítimo en un sistema parlamentario, pero la mayoría susanista ahí se quedó, gravitando. Si ahora el PSOE, por la gestión de Sánchez, la pierde, será el revés histórico, aunque en la superficie no se note ya tanto.

En segundo lugar, está el presente, esto es, la campaña. El PSOE no tira. La gran cuestión es cómo quedará la correlación de fuerzas entre el PP y Vox. Es la conversación de la calle. Quizá los más morbosos se pregunten por la suerte de Ciudadanos y si Juan Marín encontrará su salvavidas naranja en la piscina del 19 de junio. Los más frikis apuestan sobre el pulso en la banda izquierda entre Inmaculada Nieto y Teresa Rodríguez. El PSOE nada: anda en la nebulosa.

En tercer lugar, el futuro. A nadie se le escapa que, si Juanma puede presumir en los carteles y en los debates de hombre tranquilo, es porque no ha pisado ningún avispero ideológico ni chiringuito paralelo del PSOE. Ha evitado cuidadosamente la conflictividad social y mediática que habría conllevado. Tras las elecciones, eso cambiará bastante. En parte, porque un PP que se configure como primera fuerza se sentirá un poquito más legitimado que gobernando con uno de sus peores resultados de la historia. Pero, sobre todo, porque Vox en el ejecutivo, como está pasando en CyL, forzará ese cambio real que es su eslogan electoral y su gran baza diferenciadora.

Hagan la suma; que es la resta del PSOE. Se pierde la hegemonía numérica, se pierde el foco mediático y se pierden los tentáculos administrativos y sus inercias ideológicas. Hay que recordar lo que el PSOE nacional debe a Andalucía en todos los ámbitos (granero de votos, imagen popular, liderazgos clásicos) para sopesar lo que esto supondrá para el partido. Con Espadas, Sánchez se hace el harakiri. Y para que no se le olvide pronto, el presidente veraneará en Andalucía, en primera línea de su propio desastre.

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