Veredas livianas

Noelia Santos

nsgemez@eldiadecordoba.com

Lo que no vemos

Lo que no vemos, no existe, o al menos no lo entendemos. No nos llega tanto, no somos tan empáticos. Lo que no somos capaces de comprobar no nos dura en el recuerdo, los daños que no relacionamos con experiencias propias o cercanas no nos duelen tanto. Sin perder de vista la pandemia, te puede parecer todo una auténtica locura, te puedes retorcer en el sofá viendo cómo sube la curva de contagios, quizá se te haya escapado alguna lágrima con algunos de los tropecientos reportajes de Carlos del Amor. Pero si el bicho no te toca de cerca, no lo llegas a comprender del todo. Si tu madre no coge el covid a lo mejor pasas esta pandemia un poco más tranquilo, si tú mismo tienes la suerte de no haber coincidido con un positivo es posible que no hayas tenido el runrún en tu cabeza por si acaso tú también lo has pillado.

Lo que no vemos, lo que no sentimos, lo que no nos toca... todo eso no somos capaces de comprenderlo. No vamos a tener nunca ni la remota idea de cómo está pasando esto el colectivo sanitario, por ejemplo. Médicas, enfermeros, auxiliares, celadores... no somos conscientes de todo lo que han pasado, lo que están pasando y lo que tendrán que pasar siendo primera línea de contención. Nada, absolutamente nada, puede ponernos en un contexto mínimamente cercano. Una foto, un vídeo, un texto... nada.

Solo tenemos sus testimonios y sus ojeras y casi con total seguridad sus secuelas. Su llegar a casa y que no puedan dormir, su desvelo pensando que a lo mejor están poniendo en peligro a sus seres queridos, su miedo a volver al día siguiente a entrar por la puerta del hospital, de la residencia o del ambulatorio y sus pasos entrando sin dudar al frente de batalla porque les pesa la profesionalidad por encima de cualquier otra cosa.

Esta pandemia nos está calando a todos, pero no lo está haciendo a todos por igual. No tenemos ni idea ni vamos a tenerla nunca de cómo el colectivo sanitario está salvando vidas arriesgando las suyas propias ni de cómo están agarrando las manos de los que se van sin tener a sus hijos al lado. Nada de lo que el resto podamos padecer se asemejará ni un poco a lo que ellos y ellas están haciendo.

Y podemos aplaudir y hacerles vídeos bonitos porque quizá le saquen la sonrisa durante un rato. Pero lo que hay que hacer es darles dinero desde la Administración, contratar a gente con puestos que no le destrocen los huesos y no decir que se ha medicalizado una residencia porque se ha llevado a un médico y a una enfermera. Los discursos vacíos no dan de comer ni salvan vidas, lo que salva vidas es el dinero y ahora mismo es lo único con lo que les llegaremos a la suela del zapato.

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