Tomates y calabazas

Lourdes Chaparro

lchaparro@eldiadecordoba.com

Más veloz que un rayo

No es de recibo que Córdoba culmine cada Navidad como una Cabalgata de semejantes hechuras

El problema de la Cabalgata de los Reyes Magos de Córdoba no es que estemos en plena pandemia por el maldito SARS-CoV-2, ni que el viento soplara el pasado 5 de enero demasiado fuerte y que fuese un visto y no visto, suponiendo que alguien pudiera ver a lo lejos a Melchor, Gaspar y Baltasar volando entre las nubes en una mañana gélida. El problema es la Cabalgata en sí misma, que cada año nos deslumbra con nuevos atropellos para la vista.

Córdoba no se merece, para nada, un desfile de Melchor, Gaspar y Baltasar como los de años precedentes -es tirar de hemeroteca y ver las creaciones hechas en algunas ocasiones, querer salir huyendo hacia un lugar menos inhóspito y pedir la hoja de reclamaciones a quien sea-, y menos como el aéreo de hace un par de días. Salida antes de lo previsto, un vuelo fugaz y un aterrizaje al estilo yo me la cargué como diría mi santo padre. Un mazazo en toda regla para pequeños ni tan pequeños, que se intentó compensar con la recepción oficial de sus Majestades de Oriente en el Campus de Rabanales y con un más que trabajado y delicado vídeo a última hora de la tarde.

Y es normal y evidente que las redes sociales estallen, y también que los dirigentes políticos de la oposición -incluso los propios socios de gobierno- pongan cada año el grito en el cielo cuando la cabalgata de la ilusión -o de la desilusión- concluye tras ver el resultado. No es de recibo que una ciudad como es Córdoba culmine cada Navidad con una cabalgata de semejantes características y hechuras, más que nada por respeto a la gente.

La "excusa" de este año ha sido el coronavirus y evitar que se produjeran aglomeraciones. Hasta aquí, todo es entendible y comprensible, pero la cuestión, como digo, no es esa. El problema es su propia organización, su diseño, su idiosincrasia, su esencia -que habría que reformular de algún modo pese a quien le pese- a la que nadie se atreve a meter mano y también es un problema ocular sus creaciones que en lugar de hacerte soñar pueden provocarte pesadillas del horror de las mismas.

Por delante queda todavía un año para intentar mejorar o, por qué no, diseñar una nueva cabalgata con la que todos podamos ilusionarnos y cambiar el mensaje del día después, para ahorrarnos un mal sueño y críticas por doquier como hasta ahora.

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