Tinta y borrones

Que no se vayan

Comprar casas para convertirlas en hoteles o apartamentos gana terreno en el Centro

Mañana miércoles la Gerencia Municipal de Urbanismo dará la licencia de obra a un hotel en la plaza de las Tendillas. La casa Colomera, donde durante décadas ha estado Pañerías Modernas y que ha sido punto de encuentro para sofocar el calor cordobés con la leche merengada de La Flor de Levante será un hotel de cuatro estrellas con piscina, 39 habitaciones normales y seis suites. Este alojamiento se sumará a otro a apenas pocos metros, en la calle Alfonso XIII, en lo que era la antigua sede de Endesa. No seré yo la que abandere el discurso nostálgico de la Córdoba intramuros que va perdiendo su esencia, pero son estos dos ejemplos del lugar al que se dirige la ciudad con el turismo como único clavo al que agarrarse para generar riqueza. Y está claro que no se le puede dar la espalda al crecimiento -sobre todo cuando en este mismo periódico informábamos ayer que el impacto directo de los turistas es de 123 millones de euros anuales, sin contar otros gastos- pero son muchas las veces que hemos oído las alertas sobre la pérdida de vida en el casco histórico y el riesgo de convertir nuestra ciudad en un parque temático sólo para los viajeros. Y, por el momento, la única medida que se ve es que hay más hoteles.

Está claro que se trata de un debate complicado, pero en Córdoba estamos aún a tiempo de atajar una tendencia que puede desvirtuar la ciudad y, más allá del discurso nostálgico, echar a los vecinos de sus casas. Ya ha pasado en otras localidades y el asunto no es baladí puesto que lleva asociado otro riesgo que también empieza a ser patente en las grandes capitales: la burbuja del alquiler por el incremento de los arrendamientos. Comprar casas para convertirlas en apartamentos turísticos o echar a los inquilinos -o subirles el precio- porque interesa más alquilar el piso por fines de semana son situaciones que ya están pasando. Ya hay estudios a que apuntan a la posibilidad de pérdida de población en uno de los cascos históricos más grandes de Europa y los vecinos llevan ya tiempo dando la voz de alarma.

Y la peor consecuencia que puede tener todo esto es que, de tanto vivir de cara al turismo olvidemos vivir de cara a la ciudad y ese encanto que la hace tan atractiva para los visitantes se pierda y al final los hoteles no se llenen y los apartamentos turísticos no se ocupen. Y si llega ese momento, ¿le diremos a los vecinos que vuelvan? Mejor será que no se vayan.

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