Quousque tamdem

Luis Chacón

luisgchaconmartin@gmail.com

La variedad enriquece

Lo malo del nacionalismo es que atrofia las entendederas y no te deja ver más allá de tus narices

Una sociedad libre asume como natural la diversidad entre sus miembros. Cada individuo debe poder decidir por sí mismo su propio destino. Sin imposiciones externas, más allá de lo que significa la ley en un Estado de Derecho. Aun así, ninguna norma puede vulnerar derechos fundamentales. Los límites impuestos por las leyes, nacidas de la voluntad popular libremente expresada deben tener como fin preservar nuestra propia libertad y la de los demás. Las libertades, ejercidas desde la responsabilidad personal son básicas para convivir. Las sociedades maduras refuerzan los principios que unen a sus miembros, respetando los que, aunque nos puedan separar, se constituyen como un derecho inalienable a pensar, creer, opinar, enseñar y vivir como nos parezca a cada uno. Ni Dios, ni la patria, ni la clase, ni ningún otro principio deben imponerse desde la sociedad o el Estado.

Siempre me sorprende la obsesión de los puristas por convertir el mundo en una imagen fija de un momento determinado. Momento que idealizan como si hubiera constituido la perfección. Un país, sea España o cualquier otro, así como toda religión o ideología, actúan como seres vivos en evolución permanente. Las influencias -positivas unas, negativas otras- son infinitas. Nuevas ideas sustituyen a otras ya amortizadas. Surgen nuevos oficios, herramientas y artefactos; modelos sociales y de convivencia, estilos artísticos y hasta diversiones, a la vez que desaparece todo aquello que quizá marcó una época y hoy sólo es un vago recuerdo o una imagen desvaída. España, un país al que siempre se definió como crisol de culturas, no puede aspirar a quedarse varado en la arena de un momento histórico concreto, elegido a gusto de algún iluminado. Sea cual sea.

El Imperio español se consolidó gracias a quienes contribuyeron a su grandeza a lo largo y ancho del mundo. Y no todos, ni mucho menos, habían nacido en lo que hoy es España. Igual para los custodios de la esencia patria, Colón, Magallanes, el Greco, Ambrosio de Spínola o Boccherini eran inmigrantes, don Juan de Austria un MENA y su padre, que nació en Gante, hijo de un flamenco medio alemán, no tenía caché para ser considerado un buen español. Lo malo del nacionalismo es que atrofia las entendederas y no te deja ver más allá de tus narices. Aquí y en todo el mundo. Como nos enseña la historia, la variedad nos enriquece y la uniformidad nos castra intelectualmente.

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