La vanidad del humilde

Hay una vanidad que solamente entiende quien la lleva, y algunos allegados

Un tipo de vanidad sí me enternece. Vale, también porque es la mía, pero me gusta en general. Es ésa que, vista desde fuera, resulta por completo incomprensible; "¿Soberbia… ¿tú? ¿De qué?" Bueno, yo estoy en una posición inmejorable para explicar cómo funciona.

Esta clase de vanidoso sabe que podía ser aún peor. Está regular, pero en términos auto-comparativos, uf, ja, ja, ja, qué alivio. Lo describió perfectamente Garcilaso de la Vega: "Hallo, según por do anduve perdido,/ que a mayor mal pudiera haber llegado". Durante unos años, yo tuve que elaborar los horarios de todo un IES. La complejidad de la operación sólo la conocen los que la realizan. Hubo noches (en vela) en la que creíamos que al día siguiente no tendríamos un mísero horario que dar a los impacientes profesores y a los bulliciosos alumnos. Pero al final lo dábamos. Y aparecía enseguida un compañero a contarme el fallito que tenía. Yo no podía evitar reírme. No era suficiencia, aunque lo pareciese. Simplemente, sabía cómo podríamos estar de mal y entonces celebraba que el fallo fuese ése (que lo sentía), y no un hundimiento general.

También me pasa con los libros. Estoy repasando mis próximos poemas, y cuánto mejoran poco a poco, los pobres. Cuando salgan, y alguien me afee un verso lamentable, yo exultaré pensando que ha podido fijarse en ese desliz, y no en el galimatías generalizado. Igual les pasará a los amigos que me han ayudado a corregirlos. Cuando se publiquen, los verán tan mejorados con respecto a los que leyeron que pensarán "qué buenos". Sobre todo, porque habré incorporado mejoras que me propusieron, que les parecerán las más brillantes, y lo son.

Ocurre siempre. Teniendo en cuenta cómo podría ser yo, ¿no voy a estar tan satisfecho y orondo con cómo voy tirando? Aunque los que nos vean no se expliquen para nada tanta ufanía entre tantos trompicones. Pero sí lo harán los que conozcan nuestras luchas. Es una buena razón para buscar ayuda, además de por la falta que nos hace.

Esto tiene una última lectura sólo para creyentes. Si hacemos a Dios partícipe de nuestros torpes intentos por mejorar, si le atendemos los consejos, si le contamos los avances y los traspiés y los reintentos, cuando nos tenga que juzgar estará completamente de nuestra parte, porque le habremos hecho parte, además de Juez, que ya lo era. No sólo perdonará nuestra vanidad; sabiendo lo que sabe, la verá hasta justificada.

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