La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Nada vale una vida

Toda causa en cuyo nombre se mate queda desautorizada, se convierte en rechazable y abyecta

Como si la naturaleza no fuera ya de por sí suficientemente mortífera -los 254 muertos de la avalancha de Mocoa en Colombia-, como si la fatalidad o las malas prácticas no mataran cada día suficientes personas en accidentes de tráfico -1.160 muertos el año pasado en España, 12 solo el pasado fin de semana-, y como si las enfermedades no causaran ya suficientes estragos, además tenemos que matarnos los unos a los otros por cuestiones que siempre son fútiles y absurdas si se comparan con el precio pagado por ellas: las vidas de los seres humanos. La causa da igual, ya se trate de asesinatos comunes -17 mujeres y tres niños han sido víctimas de la violencia de género en lo que llevamos de año- o con pretexto ideológico, político o religioso. Da igual que sea un sórdido ajuste de cuentas entre toxicómanos -presunta causa del asesinato de la mujer que fue degollada el lunes en Sevilla- o de los "ideales" que guiaran a quienes pusieron una bomba en el metro de San Petersburgo asesinando a 14 personas e hiriendo amás de 40.

No hay razón, por poderosa que sea, salvo la defensa propia o la guerra defensiva, que justifique que se dé muerte a un ser humano. Y aun así es desgraciadamente imposible que una guerra que sea justa por responder defensivamente a una agresión no degenere en una difícilmente controlable orgía de violencia y sadismo que se cebe con las víctimas inocentes. Nunca se ha producido una guerra, por justificada que estuviera, que no incluyera necesariamente crímenes, violaciones y todo tipo de abusos y crueldades. Ninguna fue más justa y defensiva que la emprendida contra la Alemania nazi; e incluyó episodios terribles que mancharon a los Aliados, como el bombardeo de Dresde.

En el caso del terrorismo la cuestión es aún más hiriente porque se trata de agresiones a traición dirigidas exclusivamente contra la población civil. ¿Qué lo justifica? ¿La causa vasca, como en el caso de ETA? ¿La de la independencia de Irlanda, como en el del IRA? ¿La de que invoca -blasfemando- a Dios, como en el de la yihad? Ninguna de ellas vale una, una sola vida humana. Me da igual quienes sean los autores, porque su culpa es la misma invoquen las ideas, causas o creencias en las que se parapeten para justificar su crimen. Toda causa en cuyo nombre se asesine queda desautorizada, se convierte en rechazable y abyecta. No hay más.

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