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La Fundación Maior reúne hoy en Madrid a expertos en la obra del teólogo jesuita Henri de Lubac (1896-1991), figura fundamental del Vaticano II y referencia para los últimos cinco papas. Algo debe tener quien hace coincidir talantes tan distintos. En la clausura se representará “El rinoceronte” de Ionesco. ¿Qué tiene que ver este gran teólogo y figura esencial de la cultura del siglo XX, no solo para los católicos, con Ionesco y esta obra?
El rinoceronte es una fábula, inspirada por la Guardia de Hierro de su Rumanía natal, sobre la seducción del fascismo y de todos los totalitarismos, incluido el consumista: los seres humanos se convierten en rinocerontes y solo el protagonista logra resistirse tras una larga lucha con la tentación de ser normal, es decir, un rinoceronte. En su monólogo final exclama: “Son hermosos. ¡Estoy equivocado! ¡Cuánto me gustaría ser como ellos! Ya no sentiría vergüenza, podría unirme a ellos. Pero no lo haré. ¡Soy el último hombre y lo seré hasta el final!”. El itinerario intelectual y espiritual de Ionesco, buen conocedor de la mística cristiana y budista, en especial de San Juan de la Cruz y el Libro de los muertos tibetano, le llevó a definirse como “un no creyente lleno de fe” y “un buscador intermitente”. Un itinerario que le llevó a anotar en sus diarios: “Al dolor se responde únicamente con la fe… Dios o suicidio”.
Lubac se opuso al nazismo y al antisemitismo con riesgo de su vida durante la ocupación de Francia. Sus escritos de entre 1940 y 1944 están reunidos en Resistencia cristiana al nazismo y Resistencia cristiana al antisemitismo. Abordó el “ser arrojado a la existencia y la muerte” de los existencialistas y el humanismo inhumano de los totalitarismos ateos (el “Dios o suicidio” de Ionesco) en El drama del humanismo ateo. Como el dramaturgo, estudió el misticismo oriental dedicándole Budismo y cristianismo. Y escribió la emocionante, profunda e invitante Meditación de la Iglesia que permite comprender la progresiva atracción de Ionesco por el cristianismo: su última obra fue el libreto de una ópera sobre San Maximiliano Kolbe que puso en escena Krzysztof Zanussi. Poco antes de su estreno dijo que todo su teatro “expresa el malestar de la condición existencial del hombre separado de la trascendencia y por tanto hacer nacer la esperanza de que Él se manifieste un día”. Buena decisión, unir a Lubac e Ionesco.
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