Reloj de sol

Joaquín Pérez Azaústre

El tema de Luis Aragonés

LUIS Aragonés, con su verbo de recia tosquedad, de fortaleza agraria, con su cara de bestia humilde y franca, es un Fernán Gómez sin pulir y un provocador para los cursis. Cuando a Luis Aragonés le preguntaron hace poco si le gustaba ir al cine, respondió que llevaba más de veinte años sin ir a una sala, porque una vez estuvo en Hollywood y, tras comprobar que un actor era doblado por un especialista para saltar unos escalones, decidió: "Esto es mentira". Así de franco y serio, locuaz y primitivo exhibe sus motivos este seleccionador que no ha sido el preferido de la intelectualidad pero sí de los caricaturistas radiofónicos, hasta el punto de que, en algunas ocasiones, cuando se le escuchaba hablar en una rueda de prensa no se sabía muy bien si el que hablaba era él o su doble, a menudo menos disparatado que el Luis Aragonés real.

Cuando un personaje llega a confundirse con el imitador le ocurre lo que a Chaplin, que al pasar una vez por un pequeño pueblo de Kansas decidió participar, de incógnito, en un concurso de imitadores de Charlot. Chaplin, el verdadero, quedó en segundo lugar, y fue entonces cuando le dijo al ganador: "Lo ha hecho usted mejor que el mismísimo Charles Chaplin". Cada vez que el doble de Luis Aragonés soltaba en cualquier programa una majadería majestuosa, si uno encendía la radio en ese instante, no cabía la duda acerca de la autenticidad del personaje, refrendada ya la excentricidad parda de este entrenador en el programa Tengo una pregunta para usted, del que no salió excesivamente mal parado, teniendo en cuenta lo que aquello pudo haber sido: un verdadero desastre polifónico, una sucesión enfebrecida de lugares comunes y burradas, porque Dios no llamó al bueno de Luis Aragonés por el camino de la reflexión verbal.

Se me ocurre que esta manera de ser del todavía seleccionador nacional ha obrado en contra de él, tanto en los buenos como en los malos momentos, en las decisiones naturales y también en las polémicas. Ahora, viendo este grupo humano, unido por lo raso igualitario, entusiasta y vital, y teniendo en cuenta la victoria incuestionable de la selección en la Eurocopa, ya parece claro que acertó prescindiendo de Raúl para esta cita: él estaba en lo cierto, y todos los que reclamábamos a Raúl nos equivocamos, porque el 7 blanco había reclamado para sí toda la atención mediática y de juego, jugara o no jugara, y habría acaparado un debate sobre la selección que, sin él en Austria, se ha agotado solo. El abuelo entrenador, como ahora se le llama en todo el mundo, al final se salió con la suya. Dentro de su expresión a menudo locuela, entrecortada, seca y hosca, ha sido el autor moral y activo de la mejor selección.

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