El talante de Salvador Illa

Tiene ese talante capaz de aguantar la tempestad de una pandemia mundial sin perder la compostura

En tiempos de Zapatero hizo fortuna un término hasta entonces poco utilizado en política: el talante. Ante la antipatía conservadora y progresiva de Aznar, aquel diputado de León con pinta de no haber roto nunca un plato (después rompió varias vajillas, y las sigue rompiendo…) que llegó a presidente del Gobierno, lo traía como marca registrada, una nueva forma de hacer política que anteponía a la imposición diálogo, a la agitación sosiego y a la advertencia, paciencia. Lo malo es que tanto se aplicó a lo suyo que terminó aprobando un estatuto de autonomía para Cataluña que nadie le había pedido y que fue origen de muchos de los problemas de ahora, entre ellos la pérdida de influencia del PSC, el partido llamado a compensar los difíciles equilibrios de la política catalana.

Salvador Illa es posiblemente el ministro socialista que más recuerda al estilo de Zapatero. Hombre educado, llegado al cargo por decisiones estratégicas de partido que nada tienen que ver con su formación ni preparación, tiene ese talante voluntarista y constructivo, capaz de aguantar en la primera línea la tempestad de una pandemia mundial sin perder la compostura ni los buenos modales. Así como la fugaz popularidad del Dr. Simón fue marchitándose, sin embargo, el crédito del cesante ministro de Sanidad no ha hecho más que subir, entre otras razones porque en un panorama tan radicalizado las críticas exageradas de un bando suelen tener un efecto rebote en el otro.

Salvador Illa, además de lo anterior, es catalán y un nombre respetado en el PSC. ¡Caramba! Algo parecido habrán gritado esa dupla maquiavélica que forman Sánchez y Redondo. En diciembre de 2017, más de un millón de personas (una de cada cuatro) votaron a Ciudadanos en las últimas elecciones autonómicas, casi los mismos que no van a volver a votarlos. Y algunos de ellos, posiblemente más de los que algunos piensan (Ciudadanos ganó, entre otras cosas, porque entonces, ya no, era un partido catalán), quieren en el poder a alguien que siendo catalán no deje de ser del todo español. Ahí, piensan, puede pescar Illa, el profesor, el templado, el del talante dialogante y componedor. ¿Que deja en mitad de la tormenta el problemón de la pandemia? Y qué más da. Tal como está el patio, y visto lo visto, más que un filósofo, lo que necesita nuestra Sanidad es un ingeniero eficaz que nos provea de vacunas sin demora.

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