El tablero del mundo occidental y demócrata vive desde hace algún tiempo una peligrosa partida de ajedrez en la que juegan cuatro caballeros: el nacionalismo, el liberalismo, la socialdemocracia y el neocomunismo. En cada lugar, por supuesto, con distintos matices, pero con una música compartida porque las ideas que pululan en este tiempo de transición, miedos y aguachirle son las que son.

Desde que ganó Donald Trump, victoria que supuso un temblor de dimensiones bíblicas en el tablero, la situación vivida ha sido de calma tensa, a la espera de lo que haga el nuevo jugador y marcada más por asuntos externos que internos, a excepciones de comicios menores como los de Holanda. Este fin de semana, sin embargo, la cosa cambia y la partida se retoma en un lugar clave, Francia. Allí, en la primera vuelta, ya se juega el todo por el todo, pues con la socialdemocracia francesa tan perdida como sus hermanas europeas, se abre el escenario a una posible segunda vuelta entre el nacionalismo radical que representa Le Pen y el exministro Jean-Luc Mélenchon, socialista de militancia pero situado ahora en posiciones antisistema y mesiánicas.

Ni conservadores ni socialdemocratas, con candidatos que dan la sensación de haber sido elegidos en una verbena beoda, parecen en condiciones de detener eso, por lo que la esperanza de la Unión Europea pasa en este caso por el que político al que las encuestas dan como favorito, el millonario, liberal y europeísta Emmanuel Macron. Pero si las encuestas fallan el lío estará montado, y la partida seguirá con las generales británicas convocadas ayer a prisa y corriendo por May la torticera para junio y las alemanas a la vista allá al fondo, por septiembre.

Si alguien piensa que por ser español que no vota en ninguno de estos comicios nada se juega en esto lo que demuestra es profunda ignorancia. Porque la Unión Europea está en juego y con ella la paz y la seguridad de las últimas décadas, todo lo logrado y que millones de europeos minusvalora e ignoran ante la promesa de la pueril utopía. En este tablero, en fin, jugamos todos, hasta los cándidos que se piensan que no. En Francia podremos los ojos pues ahí en verdad se acaba algo o la civilización conocida aún resiste. París, este fin de semana, otra vez será capital de este mundo inevitablemente global.

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