En tránsito
Eduardo Jordá
Vivienda
Palabra en el tiempo
LA costumbre dicta que al día siguiente de unas elecciones los partidos se proclamen vencedores de algo: unos de haber vencido; otros de haber casi ganado. Etcétera. Los resultados de las elecciones gallegas y vascas, quizá porque los candidatos y los partidos se jugaban más de lo que había en juego (Zapatero, la primera reválida tras la crisis; Rajoy, la presidencia del PP), se pueden interpretar de múltiples maneras, pero siempre con un sentido de la realidad superior a las habituales explosiones de algarabía falsificada del día después. De hecho, la dimisión de Pérez Touriño doce horas después de conocida la victoria del PP en las elecciones gallegas -y unos minutos más tarde de que José Blanco le señalara la puerta- expone a las claras la importancia decisiva concedida por el PSOE a los comicios y el irrevocable significado de la derrota.
No ha habido siquiera tiempo para el medio luto. El golpe asestado indirectamente en Galicia a Zapatero es formidable. El PP ya lo interpreta como la primera derrota del PSOE en el lento y dramático camino hacia las europeas y, luego, hacia las generales. Además la victoria gallega aúpa el proyecto político de Rajoy frente a los seguidores de Aguirre y los nostálgicos de Aznar. ¡Qué provecho tan extraordinario habrían logrado los antagonistas de Rajoy con una reedición de la derrota de 2005! Sus muchos enemigos internos se han quedado sin el mejor y más contundente argumento para descabalgar al gallego de la presidencia del partido.
Eso sí, lo que ha quitado y puesto Galicia a unos y a otros lo matiza en cierto modo el País Vasco. Lo ocurrido allí es, como solemos escribir los periodistas, histórico. Los partidos nacionalistas (como ha ocurrido en Galicia con el Bloque Nacionalista Galego) han sido desplazados en una comunidad torturada durante décadas y décadas por el demonio y la locura de la independencia. Bien es cierto que sin la presencia de los partidos abertzales, cuyo cupo fijo de votos ha mantenido vivas (y ha renovado) las pretensiones más dislocadas del nacionalismo vasco en su conjunto.
¿Es recomendable un pacto a tres entre el PSOE, PP y Rosa Díez? Sí, sería recomendable para cambiar la estrategia por momentos delirante planteada por el PNV y para ensayar una política más racional en el territorio vasco. Y vendría bien para conciliar a dos formaciones (aparte la de Díez) que han peloteado indignamente con el terrorismo para sus propios beneficios electorales. Otra cosa es que sea posible, que no lo es. El desgaste ha sido tremendo y las diferencias ideológicas abismales. No hay lugar para el pacto a tres, y un Gobierno en solitario de Patxi López sería demasiado endeble.
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