Reloj de sol

Joaquín Pérez-Azaústre

El sueño de Los Ángeles

ESTÁ viviendo un sueño, él es un sueño. Ver a Pau Gasol cualquier mañana en el resumen de noticias matutino, rompiendo el aro rival, lanzando un medio gancho o taponando, asistiendo y cogiendo veinte rebotes, se ha convertido ya en costumbre edificante, en una sinfonía del milagro con su carga ochentera de nostalgia. Gasol, lo que está haciendo, es recopilar muchas ilusiones colectivas, muchas noches pasadas, cuando Ramón Trecet comentaba los partidos de la NBA en el programa Cerca de las Estrellas, esos enfrentamientos venerables, verticales y oníricos, entre el verde irlandés de los Celtics de Boston y el amarillo angelino de los Lakers. Jack Nicholson siempre ha estado allí, antes y ahora, y fue testigo sobrio, desde su primera fila a pie de pista, del ascenso a la mitología del héroe de Earvin Magic Johnson en sus duelos con Larry Bird, primero, y con Jordan después, y de la retirada de Kareem Abdul Jabbar, que era el Sky Hook, gancho del cielo, y también una sombra casi aterciopelada de sí mismo.

Ahora, Jack Nicholson aplaude a Pau Gasol. Pau es el nuevo James Worthy, más pegado a la zona, más nervudo. Pau juega en Los Ángeles y le aplaude Banderas, Pau es una estrella más en el Paseo de la Fama. Pau saca su coche y atraviesa Sunset Boulevard, igual que William Holden antes de encontrarse a Gloria Swanson, Pau gana partidos y además ha metido a los Lakers en la gran final de la NBA. Lo que ha hecho este muchacho de Sant Boi, que es tocar el cielo desde casa, desde la canasta de casa o desde el patio de casa, no es ni siquiera una hazaña deportiva, sino que excede el mimbre atlético, es una distancia literaria. Hace apenas unos años se debatía en España si el entonces imberbe Pau Gasol, que venía de hacer ganar al Barça la Liga y la Copa del Rey, estaba preparado para la NBA. Quien no tenía dudas era, precisamente, Pau Gasol, que se convirtió en el novato de la temporada y comenzó una trayectoria que le llevaría a ser campeón del mundo con España. Pero ahora, con la camiseta dorada de Los Ángeles Lakers, Pau está en otra cosa, es otra cosa. Va a jugar una serie final de la NBA con los colores de Magic, también de Jerry West, y va a pelear por el anillo que pesa más que el oro de los días. En Andalucía, donde hay tan buen baloncesto, Pau es una película vivida, un campus de verano convertido en verdad. Pau se ha convertido no ya en su propio póster adornando paredes infantiles, sino también en la imagen real y acrecentada, convencida de sí, de una generación que despertó una madrugada veraniega de 1984, con Fernando Martín y Corbalán arrancando la plata de Los Ángeles.

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