Tacón alto

Victoria Fernández

A qué suena el silencio

TENEMOS tantas distracciones que no estamos entrenados para oír bien y lo de escuchar ya se queda para campeones olímpicos. Lo malo no es que no consigamos oír el sonido del agua, del viento, del acero o del aluminio, que son realmente sutiles y en ocasiones escondidos tras el silencio. Lo realmente llamativo es que no conseguimos detectar ni siquiera los gritos cuando estos no son consignas marcadas en un argumentario escrito por algún becario. Podremos pasar sin escuchar los murmullos del ambiente o no saberlos distinguir. Pero que sigamos sin entender que al igual que en la naturaleza detrás del silencio puede haber un león esperando un descuido de su presa, en la política detrás de la ausencia de sonidos no está el consentimiento, es preocupante.

En los momentos en los que más y mejor democracia se nos exige nos dedicamos a prostituir los procedimientos que nos permitirían dar una imagen de transparencia, apertura, modernidad y madurez democrática en el seno de una de las herramientas fundamentales de nuestro sistema político, los partidos, y sin duda quién más pervierte esos valores no son aquellos que nunca los tuvieron en su ideario sino los que hicimos bandera de ellos. Por eso, descubrir a un PP que hace de sus cargos una cuestión hereditaria no me sorprende pero que ocurra en un partido como el PSOE, me intranquiliza y mucho, no sólo por el hecho de que esté ocurriendo sino por los chasquidos que provoca en el silencio.

Hace unos meses no conseguimos elegir secreta y, por lo tanto, libremente quien tendría que ser el candidato a la Presidencia de la Junta de Andalucía. Y ahora nos enteramos de que ya tenemos nuevo líder orgánico. No sabíamos que habría que votar, pero ya conocemos el día, la hora e incluso la papeleta ya tiene nombre. Al margen de la legítima opinión que podamos tener unos y otras en relación a la persona que consideramos más preparada para ocupar un puesto u otro, esto empieza a parecerse al antiguo testamento, ya saben aquello de Josue el que fuera hijo de Job que a su vez era el hijo de Salomón….

Resulta muy difícil intentar que la aguda torre del silencio no deje al desnudo las pequeñas y grandes mentiras y evitar a este incómodo compañero haciendo ruiditos con la garganta. "Yo que crecí en un árbol tendría mucho que decir, pero aprendí tanto silencio que tengo mucho que callar". Así se lamentaba Neruda. Yo también.

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