Las dos orillas

José Joaquín León

La sequía

UNO de los grandes enigmas de la España de Zapatero es el siguiente: ¿cómo es posible que suframos una sequía el mismo día que el Ebro amenazaba con desbordarse a la altura de la Expo Zaragoza 2008, dedicada al agua? La respuesta es tan simple como que no hay sequía. En Andalucía la lluvia caída este año muestra unos valores medios próximos a lo normal. Fue la anterior ministra de Medio Ambiente, Cristina Narbona, una de las primeras personalidades meteorológicas que habló de sequía, poniendo especial énfasis en repetirlo durante el verano pasado, cuando no llovía, como suele ocurrir en verano.

Lo que hay ahora no es una sequía con todos sus avíos de no caer una gota en varios meses seguidos, sino una catastrófica gestión del agua. La ministra Narbona fue relevada, pero la política en esta materia es un ejemplo de lo que pasa cuando no se puede recurrir a las apariencias zapateriles, sino a las realidades del tiempo presente. Y así, tan pronto se anuncia un trasvase a Barcelona que no es tal trasvase, como se dice que los embalses que la surten están ya a más del 50% de su capacidad, como nos entran los temores a ver si se inunda la Expo Zaragoza del agua antes de que comience porque el Ebro viene crecido y nadie sabe cómo ha sido.

¿Pues cómo va a ser? Porque no hay sequía. Ya lo sabíamos antes de que viniera Al Gore a todo trapo para hablarnos del calentamiento global, incluso antes de que apareciera el primo de Rajoy. En Sevilla, se sabe que no puede haber sequía porque no hay una Semana Santa completa, con todas las cofradías en la calle, desde el año 2001. Es decir, que en los últimos siete años, la Semana Santa estuvo pasada por aguas, además de amarguras y estrellas sublimes. Siete años seguidos de semanas santas lluviosas ¿en qué país se llaman sequía? Pero también ha llovido en varias ferias andaluzas y hasta el domingo de los Corpus. No han faltado remojones para las hermandades rocieras en sus caminos. Y en Málaga y la Costa del Sol han tenido el peor mes de mayo desde hace 11 años, con lluvia, frío, viento y ni un solo día caluroso en todo el mes… En fin, que llueve sobre mojado.

Una cosa es que se deba ahorrar agua, que es verdad, y otra que se inventen una pertinaz sequía para disimular la pésima política del agua. Una sequía como Dios manda la tuvimos en los años 90 del siglo pasado, que nos dejó unas semanas santas, unas ferias y unos días de playa estupendos.Cuando no había Estado laico, las sequías se solucionaban con unas rogativas, que eran las excusas para organizar procesiones extraordinarias. Todo eso está estudiado en los Anales, de Juan Carrero, aunque no lo sepan las ministras, ni los ministros, ni el propio Zapatero que los llamó.

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