El sentido de la medida

Nada nos debe hacer pensar que seamos ni más ni menos que nadie. Pero sí gozamos de una ventaja: el crisol cultural

Los andaluces no somos diferentes del resto de los mortales. No tenemos un Rh especial ni unas características raciales definidas; los hay rubios y morenos, altos y bajos, con ojos negros, azules o castaños, calvos y con pelo, hirsutos y lampiños. Nada por tanto nos debe hacer pensar que seamos ni más ni menos que nadie. Pero sí gozamos de una ventaja: lo que se ha denominado el crisol cultural. Por aquí han pasado fenicios, griegos, cartagineses, romanos, visigodos, musulmanes y cristianos dejando cada uno de ellos una impronta que ha contribuido a configurar lo que es un andaluz del siglo XXI. Ahí sí que jugamos con ventaja. Mientras algunos se jactan de no haber sido romanizados ni haber gozado de los avances que supuso la cultura andalusí en su época, Andalucía ha sabido asimilar todas estas influencias y creado una forma de entender la vida que no nos debe hacer envidiar a nadie.

La inteligencia natural del andaluz, su agilidad mental y su capacidad de síntesis le hacen girar entre el senequismo más austero y el barroquismo más extremo hasta llegar a un punto intermedio que le hace ser un maestro del sentido de la medida. Sabiduría en el vivir, equilibrio en la diversión, incluso a la hora de interpretar la muerte como bien supo explicar Sebastián García Díaz en su ensayo sobre la muerte que él denominó en clave andaluza.

El sentido de la medida del andaluz se puede comprobar en la forma de adaptarse a las circunstancias de la vida. Un colectivo con los índices de paro y el bajo nivel de inversión que se dan en Andalucía estaría en guerra civil. Pero el andaluz, con un sentido no sé si llamarle conformista, realista o pacifista, asume las circunstancias y se aferra a vivir el día a día pensando que la violencia engendra violencia y que al final todos calvos.

Uno de los momentos en los que mejor se puede manifestar esta capacidad del andaluz para mantener la compostura y saber compartir el espacio público es en la fiesta. Aglomeraciones de miles de personas como ocurre en la Semana Santa, las ferias, romerías como la del Rocío o la de la Virgen de la Cabeza, transcurren generalmente sin incidentes. En otros lugares serían bacanales y borracheras colectivas con numerosos altercados e incidentes, amén de convertir las ciudades en mingitorios públicos y estercoleros. El andaluz, sin duda, es maestro en el arte de vivir y dejar vivir.

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